Fue un tsunami
lo que arrasó la ciudad sin playa.
Guardé rencor
durante tanto tiempo
que el odio se me pudrió
dentro
y se abrieron para mí
las piernas del subcielo.
Fui rebelde con todas sus
consecuencias
sin importar la causa;
una barca encallada
en la recámara,
una bala a la deriva,
sin rumbo
y sin trayectoria,
perdido
como la mirada
o la memoria.
Déjame confiar en la tormenta,
he visto a niños esperar la lluvia
para improvisar piscinas
en los cráteres
que dejan sobre el suelo
las bombas en Alepo;
zambullirse,
vencer la guerra
a carcajadas,
definir la poesía
al salpicarse.
Sigo roto pero ahora reconozco
todos los trozos
y ya no es diciembre
pero aún dueles,
este jardín sin flores
no se parece a tu vestido,
el mismo fuego
que me quema
es con el que juego
a diario.
Seguiré agarrado a la espiral
del huracán
porque me debo a la curvatura
de un boomerang:
tardaste tres palabras
en volver,
el tiempo exacto
que se tarda en pronunciar
un
No te vayas.