miércoles, 31 de diciembre de 2014

Aprendiz de tus silencios

Te quise tan deprisa
que dejé sin rima
las autopistas
y sin musa
a un buen puñado de artistas;
te quise tan despacio
que la paciencia
se volvió frenética
y es por eso que la que primavera
pierde sus hojas:
para asegurarse de hacerte eterna.

Me llovieron llamas
de las yemas
cuando pretendí encerrarte
en poemas
y la Libertad cobraba entonces sinsentido,
las gaviotas se alejaban de la costa,
la arena se volvía roca
y la mar se mudaba a tus mejillas,
gota
a
gota.

Me vestí con tus dudas
solo por verte desnuda,
pero lo tengo claro:
el amor no se hace,
se crea.
Porque yo te vi levantar de la nada
un imperio de besos
que arrasó mil ejércitos
sin utilizar jamás las armas,
porque yo estaba allí cuando convertiste
las fuentes en vino
y los borrachos se acercaban
únicamente
para lavarse las manos.

He intentado clonarte, lo admito.
Deberías ser derecho fundamental
en cada rincón del infinito.
He intentado olvidarte, lo juro.
Una vez contigo, sin ti
el futuro me mira con cara de tipo duro.

Ahora cuenta que hicimos Historia.
Por favor, cuéntalo.
Cuenta que rompimos las barreras,
las reglas,
los esquemas, las lanzas.
Cuenta que hicimos de la distancia
una forma de vida tan válida
como cualquier otro suicidio;
que nos dejamos la piel a tiras,
que nos quisimos a carne viva,
que nuestro viento,
a medida que apaga el fuego
también lo aviva.

Presume, porque tienes derecho,
porque justamente ahí,
en un pequeño recoveco
bajo tu pecho,
guardas tanto como callas
y me guardas también a mí
como un repetidor de primer curso,
torpe aprendiz de tus silencios.

Si algún día decides hablarle a alguien
de nosotros
debes tener en cuenta que te van a mirar
como si estuvieses loca,
que intentarán ponerte una camisa de fuerza
y empezarán a hablarte con susurros
con la intención de no alterarte.

Ellos siguen pensando que la magia
es un conjunto de trucos.

domingo, 21 de diciembre de 2014

Poemas en el 2050

Somos hijos de la sinrazón
que ya nacieron con cara de padres
en el paro.
Que alguien me explique por favor
qué coño es lo que está pasando.

Nos prometieron la Luna
y acabaron dándonos cartones
para amortiguarnos del frío,
nos quisieron hacer creer dioses
mientras inventaban nuevas religiones.
Nos vendieron el amor por pastillas
y caímos, nos convertimos en yonkis,
construimos chavolas a las afueras
y nos creamos nuestra propia ruina
esamblando los escombros que nos dejaron
para construir nuestra vida.

Fuimos estrellas de hoteles sin ventana,
sin vistas al mar, por supuesto;
sin camas de sábanas blancas impolutas,
sin sueños de sábanas sucias.
Se cargaron todo en lo que creíamos.
Nos quitaron la Educación y la Sanidad,
prohibieron, por tanto, los colegios y la poesía.
Jugaron a zarandearnos para ver cuánto tiempo
tardábamos en aprender a vomitar manteniendo la sonrisa.

Qué hijos de puta.

Consiguieron que dejásemos de creer en la magia
y eso no podremos perdonárselo nunca.

Aún con todo
y sin nada
luchamos.
Dimos guerra hasta quedarnos sin metralla
en la recámara.
Pero habíamos nacido con cara de perdedores,
nuestro destino no estaba escrito
porque era, sencillamente, una sucesión de borrones.


Lo único que pediría ahora,
serían un par de cañas con las que acompañar
una tapa de años no vividos
y que se dejen de mentiras,
de que en la vida querer es poder.
Yo te quise pero no te pude,

y eso me acabó matando.

miércoles, 17 de diciembre de 2014

Banderas sin asta

En un continuo: tú tira,
que ya aflojaré yo
cuando tenga un rato
nos miramos a través
de los kilómetros y las dudas
y ya no son tan transparentes
como antes,
apenas alcanzamos a ver
el reborde de lo que puede ser
una sonrisa, un milímetro de piel desnuda
y alguna vez que otra
más de la cuenta de ganas y ganadores sin medalla
pero siempre con un trofeo entre los dedos.

Nos hemos imaginado tantas veces
que soñar nos parece cotidiano y obligatorio,
como el café que derrite el paladar a las ocho de la mañana
o los poemas que intento escribir cuando las luces se apagan.
Y es entonces cuando me enciendo yo
recordando tu olor
a ceniza volcánica.

Me sueles contar historias por las noches sobre imposibles
con vocación de no serlo, de suelos con complejo de cielo
y vasos medio llenos de besos.
Llegas a ser increíble a veces.
Pero, sobre todo, a voces.
No dejes nunca de gritar, así es como aprendimos a hablar.
Por algo será.

Sin embargo, estrellarse parece un desafio demasiado fácil
para nosotros
y nos manchamos hasta el cuello de fracasos,
nos impregnamos de arriba a abajo de cortes y suturas
y terminamos convirtiendo en vicio insano
el juego de hacernos daño.
Supongo que ya nos hayamos rendido
y que a estas alturas nuestras banderas ondéen sin asta a la que aferrarse
para no ser arrastradas por el olvido.


Aunque en estas seguimos:

con un humor de perros,
con un amor de gatos;
tan libres para acercarnos,
tan presos para estar lejos…

viernes, 12 de diciembre de 2014

π·r²

Pertenezco a ese tanto por ciento
de tontos
que creyeron estar en lo cierto
y una vez más volvieron a equivocarse
como si los errores no fueran escuela
y a la vez profesores,
huyendo de donde nunca se llegó a estar
por miedo a agarrar con los dientes
la puta Verdad.

Pero hubo un tiempo, hace ya un par de vientos,
en el que recuerdo haber estado bebiendo                  
                                                                                                             solo
y las lagunas me inundan de pecho a cerebro.
¿Qué caminos pisé para tener tanto barro en los zapatos?
¿Qué pasó antes para tener ahora tatuadas cicatrices sobre mis remiendos?
Por si acaso yo sigo enhebrando la aguja, guiñándole un ojo.
A la manera en que se lo hago a la Vida.
Tal y como solía hacértelo a ti 
– por si acaso te olvidas –

Tsunamis, huracanes, terremotos;
el agua, el aire y la tierra a tu antojo.
Hiciste de un ateo convencido
un fiel devoto.
Te guardaste un secreto bajo los labios
y no hubo alunizaje posible contra esa boca.

Así que te dejé robarme un par de cigarros,
me dejaste sobre la mesa del salón
las facturas de todas las noches que reservé para nosotros mesa en la Luna
y bajaron las estrellas a reclamarme
el consumo de varios meses de luz.
Que el cielo está en crisis – decían - ya apenas llora,
y por supuesto nunca lo hace ya de alegría.
Al menos la tristeza estará contenta, pensé.

Por todo eso, si ahora me concediera un genio azul con coleta un deseo
pediría que nadie más me diga ser su vida,
porque, una vez sin mí, no he visto a ninguna de vosotras precisamente morir.



Eh, recuerda:

Fuiste tú la que me puso los cuernos,
                                                      yo
                                                      sólo
                                                      me
                                                      encargué
                                                      de
                                                      sujetarlos.