lunes, 30 de diciembre de 2013

No me jodáis las estrellas

No me jodáis
las estrellas.
Os estáis diluyendo
en el tiempo, 
buscando unas ruinas
antiguas
donde ayer sólo había cemento
a la vez que tratáis
de reconstruir
vuestros últimos abrazos.
Confiáis en un mundo
que os cobra la vida
a plazos.

¿No nos oís crepitar?
No es el ruido
de las sombras
que arrastrais al andar,
tan sólo son las llamas
de unos sueños imposibles
de apagar.

Buscad en los rincones,
en los peligrosos abismos
y en la curtida piel
de todas vuestras canciones;
quizá encontréis
un puñado de razones,
quizá vuestros de-sastres
os cosan los pantalones.

No hay rumor más lejano
que el batir
de cualquier ave volando.
Silba el viento
tu nombre,
al fin,
mientras las nubes
se oscurecen
y terminan lloviendo
y llorando.

No seáis cazadores
en celo,
no busquéis libertad
en el cebo,
no dejéis de dormir
en aceras.

Por favor,
no me jodáis las estrellas.

viernes, 22 de noviembre de 2013

En los huesos

Vengo para hablarte
de cómo brillaría el cielo
esta noche
si la cama estuviese hecha
con cerillas.
Me voy para no hablarte
de cómo el mundo
se pone de cuclillas
cuando doblas tus rodillas.

Vengo y me voy,
continuamente.
Y a veces creo
que es lo mismo.
No te pido
que no te quejes,
sólo que te quedes
y que al poder ser,
sea contigo.

Deja de creer
en infinitos (com)partidos,
olvida el camino
que te llevará al final
y recuerda por dónde
has venido.
Ponme contra las cuerdas
que yo seguiré pegado
a tu locura,
no lo llames enfermedad
si no vas a ser, también,
la cura.

Desata tus cordones
y salta sobre el charco
del columpio,
hace poco que ha llovido.
Luego quítate el barro
de las suelas
con los dedos
y piensa que sostienes
el olvido;
no dejes que se seque,
de esa manera
nunca sabrás si te quise
o te he querido.

Toma mis manos,
es todo lo que tengo.
En ellas encontrarás
un catálogo desordenado
de verbos en forma imperfecta,
sustantivos impropios
y conjunciones
que han confundido su función
y separan mis versos
de tus besos.

De tanto comer poesía
me he quedado en los huesos.

miércoles, 20 de noviembre de 2013

Química avanzada

Huir
es lo más parecido
a buscarte
que he hecho
en mi puta vida.

Todo porque hay caricias
que no las borra nada,
ni siquiera el roce
de una piel distinta.
Hay dudas eternas
flotando en el vacío
de la ingravidez
y ya sabes que odio
las leyes,
pero una por encima de todas:
la de la gravedad.
No sé quién coño
nos ha prohibido volar.
Ni mucho menos entiendo
el por qué.

Pero aquí seguimos,
a kilómetros de rendirnos,
con un peso sobre la espalda
superior a nuestros kilos.
Sosteniendo una pluma
de gaviota
que mantiene el equilibrio
entre asfalto y mar,
entre estar presos o libres,
entre estar muertos o vivos.

¿Sabes una cosa?
Si vives esta noche intensamente,
podrás llevártela contigo.
Se quedará para siempre
en tu memoria,
os haréis jóvenes juntos.

Eso sí,
no olvides que la resaca
es el peaje que toda ola
debe pagar
una vez que ha besado la orilla;
la vuelta al profundo océano,
donde sólo nuestros tormentos
y alguna que otra tormenta
hacen pie.

Por favor,
no cuentes más los días
para verme,
ni las colillas de mi cenicero.
Espero que no se te pase
por la cabeza
medirnos en distancias.
Los números
para las matemáticas,
esto es química avanzada.
Una sobredosis
por sustancia letal.

¿Puedo pedirte un último favor?
Pon mi canción.
Mete el disco y elige la 8.
Nunca más lo toques,
no lo cambies.

Nunca más.

domingo, 10 de noviembre de 2013

Antes de irme

Antes de irme
quería decirte
que hasta el charco
más pequeño
de la acera,
todo es mar;
que no por mucho madrugar
debes dejar de soñar,
que para correr en libertad
antes tienes que aprender
a tropezar.

Me gustaría que supieses
que en cada rincón
del firmanento
saben ya de nuestra historia,
que hoy en día
están registrados
más de un millón de versos
que hablan de nosotros.
Somos la excepción
que destruyó las reglas
del amor.
No lo olvides.

Ve, huye de aquí.
Sé que volverás
a sentir,
que esta vez
ya no será por mí
y, ¿sabes?
Ningún dolor me haría
más feliz.

Sólo te deseo paz
y muchas guerras de edredón;
te mereces luces de navidad
en cada estación,
caricias de ascensor,
un jardín en tu balcón.
En definitiva,
que nadie sea como he sido yo.

Antes de irme
quería decirte
que espero que no sufras
ni un sólo eclipse,
que no vendas tu magia
a cambio de tranquilidad.
Que sigas siendo tú
y tus despistes.

Nunca, nunca te olvides de ti.
Al menos yo, no pienso hacerlo.

martes, 8 de octubre de 2013

Estoy bien

  
                                                                 Me verás entre los cristales anhelando heridas,
                                                                 brillando.

                                                                                                                 Escandar Algeet


Estoy bien,
a pesar de las lluvias
sin paraguas,
de intentar coserme
tu sombra al zapato,
de ahorcarme
con tus certezas.

Siempre fuiste
la única cuerda de los dos.

Estoy bien,
aunque pesen los (d)años,
aunque mis enanos
ya no puedan crecer más;
aunque mis pupilas
se dilaten,
como buscándote a ti
entre la niebla.

Nunca fui capaz
de memorizar tus coordenadas
sin ordenar.

Estoy bien,
a pesar de las mañanas oscuras,
de las cervezas 0'0 sin amor,
de tu cara en mi espejo.

Siempre fuiste
un poco yo.

Estoy bien,
aunque sepa
que mi infierno
se apellida Eterno,
aunque vea
que en mi enero
no pasa el invierno,
aunque eche de menos
no estarlo.

Nunca entenderé
los versos felices.

viernes, 27 de septiembre de 2013

Coma terminal

Millones de abismos
y yo aún sigo
cayendo a tu vacío.
Toneladas de arena
y yo, como un niño,
haciendo castillos
en tu playa.

Tenerte
siempre fue un vendaval.
Una racha de viento
avivando un incendio,
un tira pero no afloja;
la combustión
de la estrella polar
en el infierno,
el ansia del lobo
por rozar la piel
de Caperucita Roja.

Buscarte, en cambio,
nunca fue difícil.
Sabía que pasara
lo que pasara,
tú estarías escondida
entre los pliegues
del cuello de mi camisa.
Era consciente, también,
de tu debilidad crónica
por el gris de mis ojos.

Siento haberte descubierto.
Hay verdades
sobre las que una mirada
no sabe mentir.

Me quisiste a morir,
a matar, a sufrir,
a volar, a gritar,
a reír;
a crujir, a curar,
a fingir, a perdonar,
a llorar, a vivir.
También me enseñaste a ello.

Aún así,
no me he ido de aquí.

La piedra sigue siendo
la misma,
no ha cambiado siquiera
el olor del barro del terreno,
ni la forma
de las gotas de lluvia.
Siguen, incluso,
las huellas
de cuando nos solíamos pisar.

No me culpéis,
no lo puedo evitar.
Sus frases estaban cargadas
de puntos finales
y su única coma
resultó ser terminal.

viernes, 6 de septiembre de 2013

Lluvia eterna

Mi mayor defecto
siempre fue
querer a destiempo.
Vivir a un lado de relojes
mientras jugaba
con su arena,
imaginando que mis castillos
soportarian las mareas.

Supongo que tampoco
encontré nunca mi lugar.
He perseguido
cientos de siluetas
con tacones
por todos los balcones
de la ciudad.

Qué os voy a contar.
El ron y el vino
entraron en mis venas
cuando la sangre
estaba demasiado débil
para continuar.

He dormido
en tantos sueños
que llegué a tener pánico
de despertar,
he olvidado en tantos bares
que el alcohol es lo único
me ayuda a recordar.

Y ahora,
apoyado en la barra,
cae sobre mi memoria
la imagen de aquel día
que una chica me dijo:
"Tienes la sonrisa
más triste que he visto
en mi vida".

Desde ese momento
he ido notando
cómo las lágrimas
me salen de la boca
y mis ojos coleccionan
una serie
de batallas perdidas,
(por no decir derrotas)
firmadas bajo el seudónimo
de Alegría.

Yo, me limito
a refugiarme
allí donde la lluvia
es sinónimo de felicidad.
Al menos para la poesía.

sábado, 31 de agosto de 2013

En la planta baja

Hemos cogido vuelos
en aeropuertos desconocidos,
preguntamos por mil maneras
de no alcanzar juntos el olvido,
nos regalamos abrazos
como cura a nuestros accidentes.

No sé en qué momento
nuestros apellidos quisieron
tatuarse entre sí
para crear un nuevo continente.
Pero pasó.

Nunca necesité nada
tanto como sus manos.
Ellas me leían en braile
y hacían desaparecer
las contracturas de mis miedos.

Fui creado para quererte,
o eso cantaban los Kiss
cuando me mordían las pesadillas.
Hubiese roto
todas las olas del mar
durante un invierno entero
por volver a pasar un verano
colgado de sus cosquillas.

Tuve todo lo que un hombre sueña:
su sujetador en la alfombra,
su sudor goteando
contra mi pecho,
la magia de unos ojos
amaneciendo en la almohada.
Ella en cambio, me sufrió a mí.

Que yo no soy el poeta
que una musa querría
en su cama
no hace falta que lo diga.
Que su pelo siempre fue
un incendio entre mis dedos
nunca lo he negado.
Hay cosas demasiado bonitas
en esta historia.

El cielo me enseña
el camino a la luna
que me marcan las estrellas;
y yo esta noche
no quiero hablar de lunas,
me recuerdan
demasiado a ella.

Mi cerebro
perdiendo neuronas,
mi corazón
suturando heridas.
Poesías oscuras
que recito de memoria;
un par de ellas las escribí yo,
las demás, sus despedidas.

No quiero un ático de lujo
en Los Ángeles.
Me conformo
con vivir en el peligro
de una planta baja,

siempre que sea la de sus pies.

miércoles, 28 de agosto de 2013

(Re)vuelo anterior a la (re)caída

Ordenemos palabras,
celebremos aciertos.
Ya estoy harto de borrones
y errores.

Necesito sentirme libre.
Volver a caer,
revolcarme por el suelo
y lamerme las heridas.
Despegar,
disfrutar del vuelo
y hacer un aterrizaje forzoso
en una isla desierta
a la que llevarme tres cosas:
un marco sin foto,
un cuaderno en blanco
y una canción aún por componer.
Lo que quiero decir
con esto
es que pretendo olvidar
que 'volar'
tan sólo es 'caer'
conjugado en pasado.

Nos empeñamos
en buscar vendas
para nuestras heridas
y no hacemos más
que elegir nuevos bisturís.
Sí,
somos un cúmulo
de contradicciones.
Una serie circular
de caminos paralelos
que sueñan
durante toda una vida
con un vértice común.

En él, mi memoria
se desordena recordando
el fotograma 
de cuando la marea
subió y descubrió
nuestros cuerpos dormidos
amaneciendo
debajo de la primera ola del día,
al mismo tiempo
que piensa en el 'zig zag'
de dos lenguas borrachas
de tanta saliva,
torpes como un pez
rebotando en la borda
de un barco noruego
perdido entre fiordos.

Y en ese mismo instante
me doy cuenta
de que las estrellas
son el brillo de aquellos momentos
que se soltaron de nuestras muñecas
como globos de helio
en una feria cualquiera,
convenciéndome de que algún día
el cielo será nuestro
y podremos ver nuestro fracaso
desde arriba.

¿Sabéis?
El sol hace días
que no se pone como debería.
Siempre dije que faltaba droga en esta ciudad.

miércoles, 21 de agosto de 2013

Todo lo que se ha ido

Escribo esto
como compensación
por todo
lo que un día no dije
(o no me atreví a decir)

Diré
que las tormentas
sólo son de verano
si llueve entre sus piernas,
que he perdido la cuenta
de las escaleras
que hay entre su abismo
y el mío.

Que Atenea
no era diosa de nada
y Afrodita se puso celosa,
que su voz
hizo soñar a Vigilio
y llenó Babilonia
de rosas.
Que fue un suspiro suyo
lo que desató
la guerra de Troya
y aún hoy puede verse
a Aquiles
con las rodillas clavadas
en la orilla,
acariciando la huella
que dejó su pequeño talón
en la arena.

Siempre tuvo pánico
al viento,
pero nos dejamos llevar;
ya sabréis que
quien sepa volar,
disfrutará incluso
de las turbulencias.
Y hace meses
que oigo el girar
de los tornados
ahí afuera.

Hubo quien
comparó mi actitud
con la de un gato,
por eso de la rebeldía
y la ausencia de horarios.
Lo que nadie hizo
fue pararse a pensar
que los gatos callejeros
son expertos
en acumular arañazos
y limitarse a lamerlos.
Autocura pura y dura.

No me sirve de nada
desgarrar mis nudillos
contra los muros,
ni escribir mis heridas.
No me sirve de nada
tenerla en mi cabeza
como un dolor suicida.

Pero,
no creo
que haya nada malo
en perder la fuerza
si es por su boca,
ni tampoco creo
que sea un error
mirar al cielo
y aullarle a ella
en vez de a la luna.

Sólo pido poder
demostrarle una vez más
por qué esa espalda
tiene más poemas
a deber
que cualquier otra piel
y decirle al oído
que temo a todo
lo que se ha ido.

domingo, 18 de agosto de 2013

Estrella peregrina

Queriendo buscar tu guarida
encontré una salida
sin camino de vuelta.
Las calles estaban cortadas,
como con cúter,
formando aristas imposibles
que confundían
paz y guerra,
amor y odio,
tranquilizantes y anfetas.

Mirarte
es estar sentado
en el Paraíso,
rodeado de cascadas
de alcohol destilado
derramándose
a cámara lenta
por barrancos de escarcha.
Como pincharme
con la aguja
de un pajar infinito
justo en la frontera
entre tu pecho y mi pecho.

Creo oír follar
entre sí
a Oniria e Insomnia
cuando grito tu nombre y graniza distancia;
lo que me hace creer
en la magia
si ésta sale del punto
en el que confluyen tus piernas,
que son
como dos ríos
que van a dar a la mar,
que es tu latir.
Precipitado, entrecortado.

Siempre será
más fácil caer
desde el punto más alto
si el vértigo empuja
a seguir descendiendo
(desde tus hombros
a tus caderas)

Y qué decir
ahora que sabe más
el 'vino' tinto
de ti,
que el 'se fue' añejo
de mí.
A fin de cuentas,
me saliste a deber.

Tengo a Dylan
a mi lado
enseñándome
la cima del mundo.
Y no hay nieve.
Ni siquiera luna.

Ni las lágrimas
quieren vivir
en una certeza tan oscura.

Y es que lo sucio
de esta oscuridad
es su nitidez obsesiva,
que nos muestra
una luz reflexiva
en la nuca
de una estrella,
peregrina de tus caminos
sin salida.

domingo, 28 de julio de 2013

Te haré perenne

Te conocí en la puerta de un bar que preferiría desconocer. Apuraba mi cigarro con la sensación de que mi noche bajaría el telón con la última calada. Entonces apareciste tú. Pasaste delante de mí acompañada de un grupo de cuatro o cinco chicas más, pero mis ojos buscaron los tuyos. Y viceversa. Creo que el tiempo se detuvo y pudimos sonreirnos durante días mientras mi cigarro encendido no se consumía. Qué pequeño parecía el mundo en tu mirada.

Entraste. Entré. Supongo que entramos. Digo 'supongo' porque ninguno de los dos nos atrevimos a nada más que mirarnos mientras tú le hablabas al oído a tus amigas del chico de rizos y camisa de la barra y yo hacía lo propio con las mías sobre tu moño y tu vestido de lunares (ya te explicaré, por cierto, lo de mi idilio con la luna). Pienso que los dos elegimos la parte del bar que más nos protegía para sobrevivir a aquella primera "cita".

Saliste. Salí. Supongo que salimos. Digo 'supongo' porque los gestos de nuestros cuellos para encontrarnos se quedaron a vivir allí dentro, para siempre. Una vez afuera, te colocaste a unos tres o cuatro metros a mi lado con la única amiga que seguía en pie. Eran las 4:20 de la mañana. No saqué la valentía necesaria para decirte que llevaba tiempo (demasiado) buscando a alguien como tú en un sitio como este. No fuiste capaz de articular palabra. Pero no dejamos de mirarnos furtívamente, como escondidos detrás de un muro de cristal. Tan absurdo como mágico.

De repente, empezaste a andar y yo sentí que corrías. Tardé en reaccionar. Salí detrás de ti pero ví como, a lo lejos, cerrabas desde dentro la puerta de un taxi. Era tarde. Me hice el despistado e intenté disimular mi agónico, ridículo e inútil sprint.

Son casi las 8:30 de la tarde, es domingo y llueve. Como todos los domingos a esta hora.
Sólo te pido una cosa, por favor: dime tu nombre.
Yo te haré perenne.

jueves, 25 de julio de 2013

Bágoas de solidaridade

Imposible hablar cuando las palabras lloran pensando en todas las bocas que nunca volverán a pronunciarlas, cuando el negro tiñe la luz vital y más de un centenar de manos ya nunca encontrarán otras a las que agarrarse. Tristeza incurable, inconsolable, infinita.

En días como este, el cielo escupe preguntas cada vez que le pedimos respuestas. Inexplicable la sensación de vacío que queda debajo de unos amasijos de hierro que no escuchan los latidos que hace unas horas marcaban el ritmo y el rumbo de familias enteras. Padres, madres, abuelos, hijos, hermanos; o lo que es lo mismo: sueños, abrazos, proyectos, recuerdos. Todo ello tiene forma de silencio eterno y fondo de mar desierto.

El dolor por empatía se hace inevitable. Si hay algún destello entre tanta oscuridad, ese lleva el nombre de Solidaridad. Vecinos corriendo con mantas y todo tipo de objetos que puedan ayudar mínimamente, donaciones de sangre masivas que colapsan todos los hospitales de la ciudad y el corazón de un país entero, bomberos en huelga dejando su lucha particular a un lado para sumarse a otra mucho más importante: la vida. El orgullo de saber que formamos parte de una sociedad de este nivel de humanidad cambia la razón de nuestras lágrimas y nos vuelve a hacer creer en nosotros mismos. Todos a una.

Día a día la normalidad intentará volver a las casas, pero no debemos olvidarlo. Estoy seguro de que muchos no lo haremos. El tiempo pasará, pero ese tren nunca debió haberlo hecho.


martes, 23 de julio de 2013

Nos debemos Madrid

Ahora que
las canciones
están afónicas
y mis alas
han vuelto a plegarse
una vez más,
ahora que
han censurado tus labios
para mayores
de 18 daños,
ahora que
el ron me habla en pasado
de ti
cuando llegan las seis y media
de la mañana
y el sol me pilla gritándole
al cielo por flores de asfalto,
ahora,
te digo: 'hasta pronto'
o 'hasta tarde',
pero no 'hasta nunca'.
No. No a ti.

Nos debemos Madrid.
Y Madrid nos debe una a nosotros.

viernes, 12 de julio de 2013

Rehab

Pequeño, pero tenemos
un porcentaje
de nuestra vida
bajo control;
no podemos
hacerla anárquica
o vendrán otros
a convertirla en dictadura.

Y digamos que yo
perdí el norte
cuando encontré su sur,
aunque ella cumpliese
desde aquel mismo instante
la ley no escrita que dice
que dejar huella
no es lo mismo que pisar.

Esa noche
y todas las siguientes
quise susurrarle:
nunca había visto
un roto tan descosido
como tú,
pero me limité
a bordar viejos versos
sobre los lunares
de su nuca,
como intentando arreglar
de alguna manera
aquel desastre.

Imaginé cómo sería
ver todos los amaneceres
de aquel verano
con ella;
o mejor, en ella.
Y qué bien le quedaban
las líneas de las persianas
sobre su espalda, joder.

No podía apostarla
en una partida
con las cartas marcadas,
así que invertí
el rojo en sus labios
y el negro
en la esquina de un bar
de Madrid.

Eso sí,
no todo fueron estrellas,
también nos estrellamos.
Supongo que hay momentos
ansiosos por convertirse
en recuerdos
para así poder emborracharse
hasta olvidarse de sí mismos.
Y a esas copas, tranquila,
que siempre invito yo.

Llegará un día
en el que suba a una
azotea de Gran Vía
a ponerle su nombre
a las nubes
y, una vez allí,
quizá piense
en el roce de la brisa
en los puertos,
quizá en una mujer
que nunca fue mía
o en mi manera
de enseñarle al mundo
los hoyuelos
de una sonrisa entre paréntesis.

Lo que sí tengo claro
es que agotaré
el depósito de nostalgia
en no olvidar nunca
la madrugada en la que dijo:
no sé si serás
principio y final,
pero para mí
ya has sido un principio.
Como empezar de cero
y olvidarse de contar.

Lo que entonces no dijo
fue que lo jodido de compartir
una vida
es cuando todo se rompe
y no recuerdas
cual de las dos partes
era la tuya.

domingo, 7 de julio de 2013

Ceniza en sus labios

Parada de autobús. 23:47.

Un chico saca un cigarro pero no encuentra su mechero. Pide fuego a una chica que espera sentada en el banco con la punta de la nariz enrojecida por el frío. Ella se lo acerca a cambio de tabaco.

- Aquí tienes el mechero.
Mierda, es el último. Quédatelo. ¿No te habías dado cuenta?

+ Sí. Y, ¿sabes? En noches como esta creo en el azar.
Esta era la última cajetilla, con la que pretendía dejar de fumar hoy mismo. Pero acabo de darme cuenta de que sería capaz de fumar hasta apurar el último aliento de mi vida si eso implicase estar ahí para encerderte el vigésimo cigarro de cada paquete.

Latidos y latitudes distintas

Nunca
llegamos a estar juntos.
Al menos no del todo.

Corrimos por caminos siameses
pero paralelos,
ella buscaba las sonrisas en su cara
y yo en las comisuras
del gesto ajeno.
Leía mis poemas
mientras yo indignaba a los poetas;
intentamos salvar el mundo,
pero nos equivocamos de planeta.

Vimos anochecer a las farolas,
amanecer a las nubes.
Rompimos el tiempo en invierno
y ni volvió a ser primavera
ni hubo más días azules.

Saltaron de boca en boca
leyendas sobre nuestra historia
e historias sobre nuestra leyenda,
sin saber que tantos fracasos
acabaron por borrarnos la memoria.
¿Cómo íbamos a explicar
que nos resignamos
a dejar de pasear borrachos
por las aceras
para ver los sombreros de la ciudad
desde los barrotes
de una puta noria?

No lo entenderíais
y lo entendemos.
Simplemente fuimos
latidos y latitudes distintas.

Nunca
llegamos a estar juntos.
Al menos no del todo.

domingo, 23 de junio de 2013

Supongo que sea eso

La minicadena cose en el viento: hace tiempo, prometí escribirte una canción y las agujas del reloj sufren un esguince temporal. Una canción, un poema, un futuro, un amor para toda la vida, una playa, una puesta de luna... Qué más da. Prometí tantas cosas una vez que aún me sigo cortando con las esquinas de cada pedazo en el que se quebraron, una a una, todas ellas.

Me gustaría haber escuchado un "no necesito otra piel en la que curarme", un "evitemos el suelo, sigamos con el vuelo" o un breve "quédate". Pero mis ojos sólo pudieron traducir del idioma de sus caprichosos labios un adiós con acento a reproche. Creo que el cielo nunca ha vuelto a reflejar las estrellas de la misma manera después de aquella noche... Qué oscuras nacen las nubes últimamente, ¿no os habéis fijado?

Ahora, ella busca el olvido en cremalleras fáciles, en ausencias cargadas de rizos de rock and roll; promete a una constelación de luces de colores que ha conseguido olvidarme, se abraza a la barra del mar de sus miedos sin importarle como de tenso está el alambre. Puro funambulismo kamikaze.

Yo en cambio sigo pegado a un sueño deshojado, con la fingida certeza de que cualquier tiempo pasado fue peor. Nunca es fácil aceptar que has sido engañado por una eternidad pasajera, por uno de esos anuncios de "Aprende a enamorarte en un mes" que acaban siendo una academia de corazones rotos, imposibles de reconstruir de nuevo. Y yo aún estoy en ello.

Acaba de asesinarme un puñal que, de paso, ha aprovechado para tatuarme Recuerdos que enterrar bajo el mar en el centro de mi pecho izquierdo. Siempre sufrí una debilidad extraña con ese verso. Tanto dolor contenido en tan pocas palabras... ¿Qué me pasa? Melancolía norteña dificil de sentir si el límite de la orilla no está en tus pies.

Sí, supongo que sea eso.

lunes, 17 de junio de 2013

Y sin embargo, nos movemos

Ahora el mundo va de desprenderse de los sentimientos como quien destruye páginas llenas de versos equivocados. Desaparecen poco a poco las baladas de rock y en las radios sólo se escuchan sonidos electrónicos que pretenden agitar las faldas y no los corazones. Los gobiernos nos aprietan el cinturón contra el cuello mientras nos cambian la Cultura por impuestos y se juegan nuestra Sanidad en un casino fantasma cerca de Alcorcón. Las empresas anuncian móviles sumergibles que conseguirán robarle incluso la libertad y el silencio al mar, al mismo tiempo que te venden que la mejor solución para arreglar tu matrimonio es la infidelidad. Nos han hecho creer que esta es nuestra felicidad y nosotros nos hemos negado a pensar. Y creo que es momento de gritar.

Gritar que la vida es un camino personal y que no pueden guiarnos a todos por una única ruta mundial.

Gritar que las cosas más importantes no tienen un precio establecido; que el amor y la amistad no entienden de la ley de oferta y demanda, que no hay que ahorrar en lágrimas ni meterlas en la sucursal más cercana a plazo fijo por si el futuro es aún más gris y nos vemos obligados a llorar por encima de nuestras posibilidades.

Gritar que el pueblo es el capitán que debe de dirigir un país a buen puerto, que ya estamos hartos de piratas con corbata y 'Robin Hoods' confundidos que roban el dinero a los pobres para pagar los caprichos de los ricos.

Gritar que las guerras sólo las pactaremos en hoteles sin estrellas pero con luna, que las sonrisas no pueden cobrarse a fin de mes en las facturas, que el virus de egoismo crónico que nos están inyectando tiene en nuestra capacidad de soñar su mejor vacuna.

Porque aunque lo quieran creer, no estamos quietos, el planeta está empezando a girar silencioso en dirección opuesta a las agujas del complot y no van a poder pararnos. Imagino que Galileo diría algo así como: Y sin embargo, nos movemos.

miércoles, 12 de junio de 2013

Cuaderno de bitácora y Betadine

De fondo, 'Heaven' de Bryam Adams; de frente, la imagen de una sonrisa de mujer que se diluye en el viento y se convierte en otro grito sordo de mi maltratada garganta. Taquicardia musical. Implosión sentimental. Resumiéndolo en un infinitivo verbal: recordar.

No soy capaz de ponerle número a todas esas imágenes que me impiden cerrar los ojos cuando mis pestañas piden una tregua de noches en vela, no podría deciros las veces que me até las manos a la silla para no suicidarme entre líneas. Esas entre las que sólo ella sabía leerme, esas a las que se agarraba tiritando cuando mis tormentas zarandeaban nuestro barco con lluvias en forma de versos lacrimógenos. Y ron, no olvidemos el ron.

Antídoto-antitodo, protector de mensajes de naúfragos, elixir de ladrones oceánicos. Y yo nunca quise ser pirata. No me atraían los mapas de tesoros que tuvieran la X marcada más allá de su espalda, siempre tuve miedo a la oscuridad de la profundidad del mar y los parches prefería utilizarlos para esconder heridas y no mis desgastadas retinas.

Sin embargo, toda esa inocencia quedó amarrada al puerto del Cabo Decepción. Atraqué mi antiguo buque y salí de allí en una pequeña barca de remos en busca de otras orillas a las que buscarles las cosquillas; decidí que las mejores travesías debían darse en camas desconocidas, en pieles celestes de lunares aún por descubrir.

Decir que bordé con saliva mi nombre en el mástil de treinta y un clavículas distintas no sería alardear de mis conquistas, en varias de ellas quedé encallado y tuve que destrozar mi barca para salir nadando (y medio ahogado) de allí. Decir que las resacas de mis miedos no me arrastraron mar adentro más de un domingo febril sería negar la verdad. Y yo sólo he sido capaz de mentir "por verla sonreir". Qué ilusos fuimos siempre, Rulo.

Para terminar diré que esta odisea sólo acaba de empezar y que he decidido coger rumbo contrario a Ítaca. Por eso de no volver nunca a donde se ha sido feliz, supongo.




lunes, 10 de junio de 2013

En días (nublados) como hoy

Dicen que escribo demasiado la palabra "luna" y no saben que he pasado más noches en su superficie que días en la Tierra. Dicen que no dejo de hablar del mar; no entienden que, cuando estoy lejos de casa, cada gota de agua de mi cuerpo busca constantemente una playa en la que recuperar su sal. Dicen también que abuso al nombrar mis cicatrices, tendré que explicarles que es imposible salir ileso de tantas batallas y que, aunque no tenga condecoraciones cosidas a mis camisas más allá de chapas de los grupos de rock que han marcado mi vida, me considero a mí mismo un veterano de guerra. Metafóricamente hablando, claro.

En días (nublados) como hoy, dedicaría las 24 horas disponibles a hablar de todo ello: lunas, mares y cicatrices. A escuchar cómo se rasga la poesía en las cuerdas de una guitarra acústica, a suturar con humo cada poro de mi piel, a (re)contar las estrellas que se fugaron del techo de mi habitación. Y es que, en días (nublados) como hoy, ha habido lágrimas que calaron tan hondo como cien abismos y, creedme, no había manera de saltar tantos charcos sin salpicar la memoria de recuerdos. Aunque nada es para siempre... O tal vez sí.

Sinceramente, me gustaría creer en la eternidad de los cometas, por aquello de la estela que dibujan en el cielo y todo ese rollo cósmico que tanto me atrae y, a la vez, tanto me encoge. Mirar al universo desde abajo siempre me ha hecho sentir demasiado pequeño; como un planeta visto desde otro planeta, como esas hormigas a las que una lupa hace arder por el puto capricho del Sol, que intenta mirar a través de su cristal porque está tan lejos del suelo que nunca ha conseguido ver a una de ellas enamorarse de una cigarra.

Creo que reduciré todas estas dósis de melancolía y ensoñaciones galácticas, aunque sólo sea por pura supervivencia emocional o como cojones queráis llamarlo. Aunque ni siquiera estoy seguro de si puedo o debo hacerlo. Porque, ¿si uno recoge lo que siembra, brotarán aún más dudas de las que enterré en mi jardín y que la lluvia de abril regó sin avisar? En fin, yo que sé.


jueves, 6 de junio de 2013

Posguerra


                                                             "La radio sigue sonando, la guerra ha acabado"

Desde un primer momento dudé.
Dudé si eras aliada o enemiga,
las prisas por quitarte el uniforme
me impedían reconocer
la bandera descosida de tu pecho.
Dudé si era nieve lo que cubría tu cara
por aquello del brillo de tu piel
y el frío de tus labios,
dudé también si el fuego era cruzado
o paralelo a nosotros.

Diré (con cierto orgullo)
que sobreviví a veinticinco batallas,
aunque acabase perdiendo la guerra.

Aún desconozco
si fue un fallo en la estrategia
o si me disparaste a quemarropa
por la espalda
cuando agitaba la bandera blanca
que acabaría convirtiéndose en un torniquete
para mis heridas de bala.
Supongo que lo segundo.

Supongo también
que es más fácil engañarse
para irse del sitio en el cual eras feliz,
que aceptar que uno mismo arrasó ese lugar.
Y no me contéis eso
de que en el amor y en la guerra todo vale.
Porque no.

La mayor de nuestras penas
es que si estoy escribiendo esto
no es por ti,
ni por mí,
es porque febrero llenó de poesía mis llemas.

Qué triste contradicción
que lo único que quede para ti de mis manos
sea el dedo corazón.

miércoles, 5 de junio de 2013

Hacer(te) poesía

Hacer(te) poesía
es arrancarle las alas a la luna
para encerrarla en los charcos;
cometer delitos leves
a punta de melancolía sin coartada establecida,
buscar restos de Marte en el asfalto,
comprobar que las costuras de los sueños
aún no se hayan desatado.

Hacer(te) poesía
es remover cielo y tierra por encontrarte,
aún sabiendo que si te encuentro
la tierra desaparecerá y el cielo parecerá mucho más pequeño.

Hacer(te) poesía
es beber de un trago el viento de noviembre,
suplicar por besos y versos a otras musas;
ver llorar nieve al verano,
guardar (y enviar a la deriva)
dentro de botellas vacías de ron
las coordenadas exactas de mi último naufragio.

Hacer(te) poesía
es esconderte el sol detrás de las montañas
cuando decides que es demasiado tarde
para seguir siendo de día;
es apagar las llamas del infierno con las yemas de mis dedos,
tan sólo por sentir que aún sentimos.

Hacer(te) poesía,
para mí, es simplemente hacerte feliz.

sábado, 1 de junio de 2013

Carne de poema

Para encontrar
una verdadera sirena
tuve que venir
a la ciudad sin mar;
a pesar de vivir
tan lejos de la orilla,
ella sabe a sal.
Más que ninguna.

Y no imagináis
lo que es volver a casa
cada vez que rozo sus labios,
ni el perfume que deja
en mi cuello
cuando se esconde en él
porque no quiere ver llover.

Creímos volar
sobre las azoteas 
a esa hora incierta
en la que atardece
y enrojecen
nuestras nubes,
como si el cielo
fuese una metáfora
de su espalda
ardiendo entre mis sábanas.

Dejé de calcular
los metros del amor
y empecé a quererla
sin medida,
olvidé el miedo
a las alturas
cuando noté
sus pies columpiándose
en mis rodillas.

Leyó la mitad
de este poema
y me confensó:
"No soy para tanto",
sin saber
que no me importa
que no sea
para tanto.
Es suficiente
saber que es para mí.

Y es que hasta el escritor
más novato
sabe que ella
es carne de poema.

miércoles, 29 de mayo de 2013

Revolución

                                                                                     "Pensé en francotiradores serbios
                                                                                                   disparándote mi amor"


Fuimos gatos en los callejones del infierno; asesinamos a falsos dioses con el sudor de nuestra espalda, gritamos 'revolución' desde la orilla de la luna. Creo que intentaron callar nuestros sueños disparándonos detrás de barricadas construidas con kilómetros y otras drogas. Quizá sólo sea una escusa de autoengaño.

¿Cuántos ojos nos miraron y después se escondieron detrás de párpados de celos? ¿Cuántas gotas de viento guardaron los susurros que erizaban mis oídos? ¿Cuántos poetas quisieron escribir sobre el amor y acabaron escribiendo sobre nosotros? Números y más números. Y yo soy de letras. Perdona.

Quise recordarte para escribirte. Algún gesto de tu sonrisa, un suspiro en el estribillo de una canción cicatrizada, una caricia de nieve y fuego, un giro de tu cuello, un botón desatado, algo. Pero no encontré nada. He olvidado cómo rebobinarme.

Viendo que mi musa ya no lleva tu nombre creo que lo mejor será dejarlo aquí. Y ya sabes, recuérdame. Yo seguiré recordándome cada noche que hubo un día en el que te olvidé.


sábado, 18 de mayo de 2013

Mar de nubes

La radio ardió y escupió una canción no apta para corazones infartados (creo recordar que entre poetas lo conocen como "Cáncer sentimental", no sé). No habían sonado las tres primeras notas cuando me llegó su primera palabra. Fue escrita, sí; pero yo escuché un fuerte disparo, como esos que marcan la salida de una carrera de galgos. El mundo empezó a coger más y más velocidad, a girar de nuevo tras meses inmóvil.

Si mi desgastada memoria no me falla, esa noche no había estrellas; o sólo brillaba ella, o yo que sé. Pero recuerdo que, por un momento, temblé. Debió ser un escalofrío involuntario producido por el roce de las llemas de sus dedos empujando mi cadera hacia arriba, sacándome del fondo del mar de mis heridas.

No me atreví a cerrar los ojos, ningún sueño está a la altura de esta realidad, pensé. Y por primera vez en demasiado tiempo, no me equivoqué. Las historias que comienzan con una sonrisa son hermanas de la eternidad, volví a pensar.

Los días se consumieron entre apuntes sobre Neruda y Joyce, ya teníamos los primeros tiestos de nuestro jardín de promesas. Malasaña parecía el mejor callejón en el que gastar una de nuestras ¿siete? vidas, los "Passenger" nos componían una banda sonora a medida y el cielo estaba nublado.

Harto de lunas, le prometí una nube. Nada es romántico más allá de París y la luna. O eso nos hacen creer.

¿Una nube? No imagino mejor forma de volar.

¿Cómo? Soñando mucho y muy fuerte.

viernes, 10 de mayo de 2013

De alguna manera

Saboreando el suelo, pisando heridas desabrochadas. Ese es su día a día, su noche a noche. Y, de alguna manera, lo entiendo.

Tiene una sonrisa de esas que no se pueden confiar a cualquiera, no todo el mundo se merece el privilegio de rozar desde tan cerca las estrellas. Y, de alguna manera, ella lo sabe.

La ciudad sin mar le observa mientras desaparece entre las bocas de metro, que son menos bocas sin sus labios en el andén. Y, de alguna manera, le anhelan.

Sé que hay domingos en los que mira al cielo en busca de versos que golpeen contra el asfalto en forma de gotas de lluvia. Y, de alguna manera, eso es magia.

Apenas sé su nombre y el del río que se ve desde su azotea. Y, de alguna manera, es suficiente.

martes, 7 de mayo de 2013

Perpetua fugacidad

Esquivé jaulas calibre 47, encerré noches en balas para pájaros exóticos y disparé silencios sordos contra un mar al que se le caían las olas al llegar el otoño. Fueron años difíciles para soñadores como yo.

Creí que nunca llegaría a despertar de aquel insomnio profundo que hacía sangrar mis ojos en poesía, creí que mi futuro no sería más que un reflejo borroso de los charcos de mi pasado anticipado.

Mentiría si negase que su cuerpo era una cárcel en la que cumplir cadena perpetua parecía la mejor de las condenas. En cambio, sería sincero reconociendo que los barrotes de la celda estaban forjados con el mismo frágil y efímero material con el que se daba forma a mis sonrisas. Es decir, con felicidad.

La debilidad de mi felicidad sólo era comparable a la de una pompa de jabón, incapaz de no explotar en el vacío al mínimo contacto con la realidad.

Al final, cuando menos lo esperaba, escapé de allí. ¿O sería más correcto decir que rebajaron mis años de condena por mala conducta? Quizá sí, no lo sé.

Lo único que tengo claro es que el tiempo a destiempo huye, y quiero que sepáis que no volverá jamás.

Planes de un presente lejano

El brillo de una nueva ilusión que nos vacíe de sombras. El sonido del rock and roll que nos erice, las cervezas que simpaticen; entre ellas, con nosotros.

Las nubes como persianas, como cómplices. Las velas de los barcos que nunca se apagan, los vestigios de una odisea reconstruidos en la orilla. Las cosquillas escondidas entre las rocas, las manos locas; el placer furtivo, los roces clandestinos. Sus ojos sobre mí, sus poros sobre mí. Viceversa.

Subir al cielo en sus pestañas, olvidar los sueños con legañas que ensuciaron mi mirada. Creer en amores de otro planeta; conquistarte, mujer extraterrestre, con los versos pseudoestelares de este pobre intento de poeta.

lunes, 6 de mayo de 2013

(Contr)adicción

Pasamos la vida buscando desesperadamente la media naranja perfecta, esa a la que le amargue la superficie de la piel pero que debajo de ella esconda, prácticamente bajo llave, la dulzura infinita. Y, creedme, pedimos demasiado.

Queremos al lado a una persona que nos salve la vida al menos dos veces por semana, que nos haga temblar de la misma manera que lo hace la llama de una vela cuando el viento le susurra las brasas, que quiera publicar una novela común entre su boca y nuestro sexo.

Pero, por otro lado, también queremos que nos rompa en pedazos indivisibles para poder reconstruirnos con lágrimas y saliva, que nos cambie a última hora los planes de fiesta por noches de sofá y palomitas que firmaría como suyas cualquier domingo febril, que se lleve a la boca nuestro último cigarro cuando los bares ya han cerrado y sus labios saben a ceniza.

Nuestra felicidad es una serie circular de contradicciones.
All you need is love, que diría John Lennon.

domingo, 5 de mayo de 2013

Amor kamikaze

Estamos destinados a rompernos la sonrisa, a desgastarnos por fricción, a hacer volar el mundo por los aires detonando nuestros sueños en el centro de La Tierra.

Nos ahogamos en vasos medio vacíos, el positivismo nunca quiso quedarse a dormir con nosotros. Quizá veía en ti a su monstruo del armario, a su pesadilla. Bueno, quizá no, seguro. Sin embargo, yo le ponía tu nombre al futuro.

Querernos y dolernos, comernos y gritarnos, soñarnos y arañarnos, rozarnos y envenenarnos. Esa era nuestra rutina, esa era nuestra ruina.

Lárgate; no te vayas, vuelve. No me beses, muerde. Descóseme estos puntos de sutura. Quiero volver a sangrar por ti.

París en llamas

Cuando el camino llega al precipicio sólo queda empezar a correr en los últimos metros y saltar al vacío sin mirar lo que dejas atrás. No busques salvavidas a tu alrededor, para volver a respirar primero tienes que ahogarte. Y eso duele, pero resucita.

Es inútil pensar que ella se estará muriendo por rozarte por el simple hecho de soñarlo tú cada noche en vela. No creas que estará en su cama leyendo tus cartas mientras escucha las canciones que llevan vuestro nombre por título y una lágrima se suicida desde sus pestañas para morir en la palabra amor. Esas cuatro letras que os llevaban a las cinco de París ya no os unen.

La lluvia de tu ventana hubo un verano que os bañó en la playa, pero no intentes tocarla, ahora su sal escuece en el recuerdo desgarrado de su último beso. El "quédate a mi lado" que os curaba se ha vuelto imposible de pronunciar con carmín en los labios. Olvida que algún día fueron tuyos, ya no te reconocen ni te protegen del viento que tantas veces pretendió tumbaros en el borde del fracaso, del "ni quiero, ni puedo".

Quizá lo mejor sea no seguir ninguna de estas reglas; vuestro amor nunca entendió de imposiciones, siempre se manifestó en contra del olvido.

P.D. No te he espíado, yo también estuve enamorado de la misma manera, aunque no de la misma persona. Y, eso, es lo que hace especial a cada puta historia de amor.

viernes, 3 de mayo de 2013

Posos de café

Todos hemos sido vencidos, al menos una vez, por una mujer. Miran, besan, sienten y hacen sentir; gritan, desgarran, matan. No busquéis rosas sin espinas, si no duele no deja marca. Al fin y al cabo la vida es eso, una colección de cicatrices.

Llegará la hora de abrir una nueva herida, la siguiente utopía taciturna con falsa vocación de eternidad.

Será escritora. Me analizará hasta el último rincón de mi piel, pasará noches en vela escribiéndome algunos versos antes de caer rendida sobre mi pecho y guardará en palabras cada declaración de amor y guerra que nos hagamos debajo de las sábanas.

Será cantante de rock. Me sacará una lágrima del estómago con su versión de "Piano man", viajaremos susurrando la costa en una Volkswagen en busca de festivales con sabor a cerveza y se tatuará una luna en el costado para hacerme sentir aún más cerca de las estrellas.

Será abogada. Pondrá una orden de alejamiento contra la soledad, apelará a mi presunción de inocencia para pasar por alto mis tormentas y recurrirá ante cualquier juez la sentencia nocturna que le obligue a cumplir condena en otros cuerpos.

Será pintora. Dibujará jaulas abiertas y botellas de vino vacías, dará otro color a esta escala de grises que es mi vida y firmará con un beso en la esquina inferior izquierda de mi vientre.

Puede que sea muchas cosas y nada a la vez. Quizá de lo único que esté realmente seguro sea de que será diferente. Es decir, como todas las anteriores.