lunes, 21 de diciembre de 2015

Donde el arte muere de hambre

Tardaste dos caricias
en enseñarme
que a bailar no se aprende con los pies
pero sí con la piel.

Fuiste un sabotaje a mis nadie más
a primera vista.

Te cumpliste.
Y yo no sabía cómo dar las gracias
a tanto cometa, a tantas pestañas,
a todas las velas, a todos los genios
que habitan las lámparas.


Ven. Quiéreme. Tú que puedes.
Si te atreves. Si acaso te lo permiten
mis vaivenes.

Te llevaré a bucear entre escombros 
y tesoros
dentro de nuestra propia Atlantis,
ataré la Luna a tus tobillos
para que puedas hacer puenting
sin tocar fondo
siempre que quieras surcar mis abismos
sólo por morbo.

Conozco la fórmula secreta
para crear cohetes de la nada
y despertar a todos los vecinos
sin hacer ruido.

Cuando tenga un rato
dejaré esta oxidada armadura a un lado
y haré de la silueta de sus grietas
camino,

me abriré en canal
para que puedan sintonizarme
desde cualquier parte del planeta.

No guardaré más escalofríos,
no esconderé más poemas;
me verás libre, enseñándole la lengua
a las fantasmas,
sabiéndome capaz de matar pesadillas
con las manos
sin mancharme los dedos de sangre.

Esta vez sí.

He conseguido resurgir
donde el arte muere de hambre.

lunes, 7 de diciembre de 2015

Suero de la verdad

Recuerdo estar leyendo Rayuela
con el viento batiendo las páginas
y un sol que subrayaba las palabras
una a una.
Colocado.
Jurando que quería ser escritor.


Me caigo y me levanto
como si la velocidad
entre ambas cosas
disimulara mis tropiezos.

Siempre me he fiado más de la oveja negra
que del rebaño.

Sufro vértigo
cuando veo el suelo demasiado cerca,
me mareo si vuelo de noche
y las estrellas no parpadean.

No distingo
el no verte
del exilio.

-------------------------------------------

Si te regalé aquella caja de música
fue porque llevo la melodía
y un let it be
grabados a fuego en la piel.

Te invité a creer
que todo puede ser
si se quiere querer.

Tiempo después entendí
que te fuiste para no volver
y ya nunca volviste,
que te hiciste para no querer
y no quisiste.

Estaba convencido de que venías 
a salvarme,
hasta que me cosiste las alas
a las costillas
y me obligaste
                        a saltar.

Carpe noctem.

Antes de que te des cuenta
todo este caos
volverá a ser sólo un desorden.

viernes, 20 de noviembre de 2015

N'aie pas peur

Son tiempos de poesía.
Ahora que la lluvia
suena a despedida.             

Bombones y bombas.
Recuerdos de las noches
de vías y brindis,
de canciones prohibidas
y copas rotas.

Me acostumbré
a levantarle la falda
los días de tormenta.
El trato era sencillo:
no había truco.        

Nos veo romper con las olas,
dejar abajo las rocas;
salpicándonos de sal,
ocupándonos del mar.

¿Cómo nos atrevimos a perder?
Saltándonos las barreras.
¿Por qué lo hicimos? ¿Por quién?
Por todos los moldes rotos.

Empatía y tequila.
Superhéroes de película.
Protagonistas de la novela    
de aquel chico búho que sólo se atrevía
a mirar de reojo a la Luna. 

Soñaba con cuentos de hadas   
mientras leía en voz alta
historias de guerra.
Hubo desastres, hubo arena.       
Vaciamos los relojes  
para acariciarnos las costuras

sin prisa.

Luego el bisturí.
La anestesia de un abrazo
a ciegas.
La piel mutando en erizo.
Por alivio
pero también por protección.

En la televisión he visto disparar
contra la música y contra la libertad
durante una misma noche,
y al miedo en su salsa,
ataviado con sus mejores balas,
rebañándonos la sonrisa con los dedos
mientras marchitaban las flores
en París.

Siempre nos quedará lo que no fuimos.
Para que cuando menos lo esperemos,
cuando prescriban todas las promesas,
podamos ser.

N'aie pas peur.
Joder.

martes, 13 de octubre de 2015

Refugios de viento

Eras mucho más que una recién llegada. Eras mi última salida.

Rebeldía era mi sonrisa en tu boca; mirarnos al unísono, caer al abismo abrazados. Revolución era volar despacio, sin hacer ruido. Que quede claro que si alguna vez perdí el control no fue por la velocidad, si no por la altura. Que siempre susurrábamos. Aun dando gritos. Hasta perder la voz, la guerra y lo que nunca tuvimos entre las manos: el tiempo. Y así giró el calendario durante años. Así fuimos poniéndole parches a las noches de rasgar las vestiduras. Nos quedamos tuertos de oidos. Y ni por esas nos vimos.

Porque si me viste, te aseguro que no te acuerdas. Siempre me pasa lo mismo. Aunque estaba ahí para darle la vuelta a las frases hechas. Y que se hiciesen, de esa manera, por el otro lado. Hasta quemarse. Era Clint Eastwood dejando caer colillas sobre los charcos de todas las gasolineras. Jamás te diste cuenta. Mientras yo ardía tú bailabas. Entiendo que no te fijases en las llamas. Sin embargo, no te burles de mis cenizas. Volverán a ser fénix. Algún día.

Tengo dos cicatrices en la espalda. Cada una gemela del otro ala. Igual de magulladas; las mismas arrugas, los mismos trazos, la mismas firmas en carmín. Hay quien te deja ir como se suelta lastre, y es entonces cuando te conviertes en tu propia carga. Esta vez no busqué el final. Pero joder, ¿qué iba a hacer si tampoco encontraba ya mis principios? Creías que me contradecía. Nunca fue así. Si te dije que te largases fue por ti. Si te pedí que te quedases fue por mí. Aunque con el tiempo y las hostias aprendes a irte antes de que pasen el uno y las otras.

(Éramos absurdos como refugios de viento)


Me queda la valentía del cobarde. Del que tiene tanto que perder que acaba criando un miedo imperecedero a ganar. Por si es la última vez. Por si la mierda. Por si las moscas.

Próxima parada: la anterior.

domingo, 4 de octubre de 2015

Tregua, brisa y carretera

El día que mudaste de piel
también lo hiciste del piso
en Lavapiés
que no tuvimos tiempo de estrenar,
de las canciones, las películas y los poemas
que no llegué a cantarte, enseñarte, recitarte;
de Montmartre, de Covent Garden,
de la Avenida de Mayo, del barrio Friedrichshain,
del viaje a ninguna parte
pero contigo
que inspiró mi proyecto de fin de ciclo de Turismo.

Hemos pasado de compartir el último trozo
a partirnos - cada uno - en mil pedazos.
Ya no somos vino, nos convertimos en agua,
un milagro puesto del revés, un desastre tan previsible
como inesperado.

Apenas lo entiendo.
De repente me he visto tan extraño
que por fin me he reconocido.

Ahora estoy seguro:
todo este gris es por mis ojos,
toda esta sangre brota de una misma herida.

Se acabaron las réplicas. No más terremotos.
No más intentos de remover los escombros.

Tregua, brisa y carretera.

Con todo lo que nos dimos
y lo poco que nos queda
seguiremos caminos distintos,

dejaremos de sorprendernos
doblando esquinas, replegando tropas,
borrando huellas, amarrando barcos en los puertos
de una ausencia.

Sufriremos arrebatos en los que ofreceremos el alma,
en los que abandonaremos las armas
por revivir el pasado        por reavivar una vez más
el incendio.

Ya no te busco, ya no haces daño,
pero si no te hubiera encontrado

aún te estaría esperando.

sábado, 26 de septiembre de 2015

De cuando acariciabas los cactus

Eras ese juego de espejos
en el que cerca
se disfrazaba de lejos

y lo inalcanzable estaba
- sin nosotros saberlo -
justo allí: entre mi boca
y tu pecho.

No se puede atar
a nadie
teniendo alergia a la cuerdas
igual que no se puede
seguir volando
con las alas cortadas.

La distancia, el frío,
la soledad de urgencia, las ganas perdidas,
las putas derrotas;

la sal, la saliva cautiva, las madrugadas,
los abrazos de andén,
los conciertos para los que nunca
sacamos entrada.

Jugábamos a perdernos de vista:
yo me hacía el ciego
mientras tú te ponías la venda.

Digamos que perdí la paz
con tu adiós,
pero gané la guerra.

Ahora puedes saberlo.

El secreto era
que en el centro de mi tierra
hay mar.

Como en los cactus.

Perder el tiempo contigo
era ganar,
ser eternos.

Fue tan macabro
- tan bonito -
observar el incendio desde dentro...

martes, 22 de septiembre de 2015

Cristales entre los dedos

Escribo desde la profundidad
de esta herida repetida,
porque un soñador
no sueña los sueños.
Vive dentro de ellos.
Incluso cuando ya han sido rotos
antes
por otros.

He anidado un dolor aquí dentro durante
tanto, tanto, tanto, tanto, tanto, tanto, tiempo
que hace meses que me rasga la piel
que no se ve,
desgasta la fina capa que protege mis huesos
de toda esta carne de gallina
y cañón,
    borra la cara oculta de mis lunares,
arranca de cuajo
la primavera de una infancia que perdí
por pretender cuidarla demasiado.   

A cada paso que doy
me tiemblan más las piernas,
a cada golpe de voz
se quiebran mis palabras.

Y cómo explico ahora
que este fracaso lleva mi sombra,
que soy yo el que persigo,
que es él quien me nombra...

Estoy perdido dentro de mi propio poema,
       un labertinto de vestigios me rodea.

Yo,
que dí la vuelta al mundo en ochenta despedidas,
aún me asusto cuando me veo sangrando
tinta de versos ajenos
aunque desde siempre
- y para nunca -
propios,

cuando siento tambores de guerra
bajo el pecho
y me pongo a hacer el indio;
a bailar alrededor del fuego,
a escupir señales de humo
por si alguien me encuentra,
por si vuelvo a perder el norte
y la cuenta.

Pero aunque a veces mate,
me mantiene vivo.
Porque este
                           y ningún otro
es mi camino:

cristales entre los dedos
con los que escribo.

martes, 18 de agosto de 2015

Suena "Back to black"

Me han trasladado de agujero
y ya no encuentro el sombrero
de cubrir los desastres,
llueve debajo de los paraguas
el verano que nos confundió
con suicidas
por llevar el corazón en la boca
y abrirla
hasta desencajarnos las mandíbulas,
hasta hacer saltar los hilos
que nos cosían a los sueños
la sonrisa.

He descubierto países inventados
a bordo de tus manos,
he dado la vuelta al mundo
sin salir
de ti.

Sin aduanas, sin fronteras,
sin continentes.
Todo eran lunas llenas
y selvas nuevas.
La libertad tenía forma de bandera
en aquel planeta.
Y el pueblo y la mar
eran sus únicos colores.

Saber que no tendré
la oportunidad de volver
a conocerte
me endurece
la voz, la hace ronca.
Joder,
ya no estaré viendo
cómo floreces,
ni podré hacerte reír
con tres caricias
y treinta y un idioteces,

y que a ver qué tal
tus 27.
      Pequeña rockstar.

Llegará el día
o la noche
en la que una casualidad
nos encuentre
para escucharte decir:
"Le he conocido.
Soy tan feliz
que apenas me acuerdo
de ti."

Y en ese momento
volveré a la vida;

sentiré,              otra vez]
morir.

Siempre serás una canción,
siempre estarás
en mi cabeza.

viernes, 14 de agosto de 2015

Sálvese quien quiera

Te miro, desde lejos,
con lágrimas en las hojas,
pensando qué hice mal
para que ya no estés;
creyendo, sin razón ni fe,
que si te fuiste fue
únicamente
para poder volver después.

Sé que tengo que olvidar
las despedidas,
que ayer ya se fue
y que hoy sólo quedan heridas,
pero que morir
no entra en mis planes

todavía.

Vuelve a decir que esto no es el final,
que la tinta es nuestra
y las páginas en blanco el futuro,
que el universo está ardiendo
por no saber cómo extinguirnos
las ganas.

Creo en ti por encima
de todas las sombras.
Eres mi fantasma de cabecera,
el espíritu que me falta,
también el ángel que guarda
a mis demonios
en sus propias jaulas.

Dime lo que soy
si no es contigo,
dime dónde voy
si tú me dejas
y vuelvo a encontrarme

perdido.

Me gustaría que supieras
que mientras tú gritas:
sálvese quien quiera,
aquí hay alguien
que aún
        y siempre
se queda.

sábado, 8 de agosto de 2015

De turismo a uno mismo

Mi futuro son todos los lugares
a los que no me gustaría
volver
pero sí visitar
cuanto antes
una sola vez.

Hay aviones que no aterrizan
y barcos que no atracan,
hay autobuses que no llegan
y trenes que nunca pasan.

Y viajar es complicado
sin un par de alas,
sin timón,
sin motor,
sin raíles.
Más aún con las manos atadas.

Así nos pasa:
que nos estrellamos,
encallamos,
chocamos
y descarrilamos
sin haber salido
siquiera
      de casa.

Y el viaje se vuelve rutina
y nos sangran los billetes
de ida, reunimos una colección
de desengaños y quimeras,
hacemos una bola de nieve
con todo el fuego que llevamos
dentro
y nos da por tiritar ceniza.

Si algo he aprendido
después de todo este frío
es

que no se puede huir del invierno
teniendo escarcha en los dedos.

lunes, 27 de julio de 2015

Retroinanición

Me veo en formato reflejo,
Vuelvo y me alejo, sonrío y me quejo.
Supongo que me he convertido
en un juguete roto
y algo viejo.

Ya no creo en los fantasmas
pero ahora los dibujo,
les doy comida, cama y cobijo.
Sobreviven gracias a estas manos
que no finjen que escriben,
tan sólo intentan gritar a versos
porque así lo han aprendido.

Soy un fugitivo.
No tengo casa, ni carné de conducir,
ni mucho menos un nombre.
Dejé atrás todo aquello
la noche que llovió bajo el tejado;
tirité tantos sueños que ya no volvieron,
mudé - juro que por supervivencia - mi piel
en acero.

Siento haberme perdido.
A mí mismo.
No tenerme aquí al lado
cuando me visitan los abismos
y creo que no existo
más allá de ser un mimo sin gesto,
sin expresión, sin articulaciones,
            sin todo el resto.

Estoy a un paso
de olvidarme para siempre de andar,
a dos de tu recuerdo y a tres infiernos
de ser otra vez hierba naciendo del cemento.

Doy el segundo saltándome el primero.
Es costumbre.

Me acuerdo que estuve en un baile
en el que la música era tu risa
y las luces de color
tus malditos lunares.

Te brillaban tanto los ojos
mientras eso pasaba
que en mi memoria
se acaba de hacer de día
a las dos y media de la madrugada.

miércoles, 8 de julio de 2015

domingo, 28 de junio de 2015

Triste desastre

Me voy.
No dejo mensaje en el contestador,
las llamadas perdidas son mi voz.

Busqué ser nadie para que alguien
me encontrase
tirado en cualquier orilla, varado,
con la camisa rasgada y los sueños
a un lado, ahogados, arrastrados
allí donde no estorbasen nunca más
y ningún otro quisiera volver a soñarlos.

Han hecho ya demasiado daño.

Sobre todo a mí, que los creí propios
sin saber que eran extraños;
que les puse nombre de futuro inmediato
y fecha en el calendario,
que les construí un hogar cerca de ti
con estas torpes y malditas manos
aun sabiendo - esta vez sí -
que les acabarían deshauciando
por incumplirse, por no soplar las velas
de los barcos

que no deberían apagarse jamás
pero que siempre se terminan
apagando.

Creo que si me toco aquí

                          y aquí
y aquí
              y aquí

todavía me duele lo que nunca fui...

Cuéntame qué hago ahora que no estás
y yo aún te veo,
que me crecen los enanos más siniestros
en el hueco que dejaste
donde solía estar mi pecho;
dime cómo hago
ahora que se han fundido las luces
y yo aún te busco
con los ojos de un ciego
rendido a los destellos
más sombríos.

Podemos bailar hasta sangrar
o corrernos a voces,
pudimos saber galopar
pero ahora escuecen
los tirones de crín
y las coces.

Sólo me queda el ayer, el pasado y el antes;
pese a todo, un consejo
a inconscientes navegantes:

Sed
valientes
porque
los
cobardes
nunca
tienen
Hambre.

martes, 2 de junio de 2015

Experimento delirioso

Vengo de ayer y voy a mañana

en el amenazante movimiento
de un reloj de araña
sobre su tela de arena.

No pasan los días
y apenas alguno se queda;
resquebrajado, hecho jirones,
resistiéndose al destino
de ver caer la noche
y que tú no estés sobre la mesa.

El tiempo tropieza. Ya va a destiempo.

Ahora trazo el plano de tu cuerpo
de memoria
como si fuera yo el arquitecto
y no la bola de demolición.
Pero los segundos corren por no llorar,
ríen que vuelan.

Y todo da vueltas y vueltas y vueltas
y más y más vueltas
en una espiral de horas muertas.

A veces me quedo quieto
y disfrazo el miedo de costumbre
para dejar de temblar,
a veces me rompo
y me quedo dormido
como un faquir
sobre los pedazos
que cayeron boca arriba
sin saliva;
juego con su reflejo
y me alejo,
pienso en sentido contrario,
sueño en dirección prohibida.

Caos como forma de vida.
Y como fondo que no se toca,
se acaricia. Pensando que así
no será tan frío este invierno,
creyendo por un momento
que lo que veo es un mundo nuevo
donde sangrar y llorar
abre puertas y no heridas,
donde los payasos son reyes
y los reyes no existen.

Voy a mañana y vengo de ayer.

Así
una
y
otra
vez.

viernes, 29 de mayo de 2015

Fue jodido mientras no duró

Cortarme debajo de la barbilla
con el borde de tus cornisas,
ir a la guerra
desnudo de metralla
pero contigo en la trinchera,
esperarte en el octavo cielo
para desayunarnos los sueños
que cumplimos anoche
mientras rompíamos promesas
a embestidas.

Eres mi mayor victoria
porque después de ti
me eché a perder,
porque navegué sin rumbo ni remos
por los canales absurdos
de otros cuerpos
 
y me lo jugué todo a una carta
que aunque llevaba tu dirección
en el reverso
nunca tuve el valor de hacerla volar
por
     si
        le
           fallaban
                          las
                               alas.

Sin ti llegó el negro. El luto de espejo.
Volvieron huracanes con tu nombre
que arrasaron todo a su paso
dejando un desierto de caricias
y abrazos
donde los oasis eran volcanes de arena, 
manantiales de piedras.
 
Compartí temporada en el infierno
con Rimbaud y con tu recuerdo
golpeándome contra el pecho
y tus labios dibujados por mis dedos
sobre el viento
a los que recité cada poema
que hizo rebosar de bolas de papel
mi papelera.

Borrones y errores. Eso fui.
 
Me olvidé los colores, aprendí
a pintarle nubes a los soles.
Me volví experto en tormentas
y apenas me mojaba,
caí en cada paso que di
e hice de los socavones mi coraza.

Fue jodido mientras no duró.

Aprendí que los días
sin ti
son océanos de ginebra,
dos puñados de eternidad,
las esquinas de los círculos:
lugares donde es imposible sobrevivir.

jueves, 28 de mayo de 2015

7:54

Este invierno me acompaña desde hace años;
este infierno me araña desde hace daños.

A mi lado han ido mutando en asesinos de flores,
revoloteadores de las nieves, inconscientes lobos esteparios sin dientes
aunque con mucho, mucho hambre y un par de copas de más
pero con mucha, mucha sed.

El final está cerca. Lo anuncian las esquelas y los poetas.

Acostumbro a recordar cuando el sol maquillaba a la luna con su luz,
sacándola a bailar, iluminando desde la distancia todos sus cráteres, 
descubriendo su cara oculta, cubriendo de estrellas
cada una de sus pestañas

y las noches eran, por aquel entonces,
de ambos.

También me acuerdo de ti
y a menudo me busco en todo
aquello que nunca fui
por ser demasiado valiente.
Suelo, además, volver de cuando en cuando
a la plaza donde siempre te conocí
por ser delicado cobarde.

Hace no tanto me contaron que el frío sólo puede curarse con calor.
Y he pensado que, claro, tú llevas hogueras bajo los ojos y cerillas entre las costillas,
un arsenal de lanzallamas por boca y las manos de quien moldea el metal ya fundido
a base de martillazos con tacto de caricia.

Así que he decidido salir desnudo a por ti, cruzar el bosque escarchado,
quitarme de encima y de una vez por todas
este enero eterno en el que nací.


El fuego es mujer; lo sé porque te tuve entre mis yemas
y en tus propias llamas te vi arder.

jueves, 7 de mayo de 2015

Inventario en la despedida

Quédate con la luna pero
no me abandones
ahora.

Escupe ríos de serpentina
y sigue el curso
no marcado.

Baila entre las flores, Primavera,
te adorna el color
del fuego.

Refúgiate en mis heridas,
que compartir contigo
es sanar.

Cuida, sobre todos, tu manera de mirar
el mundo con los ojos cerrados
para sentirlo mejor.

Busca la manera de escribir
en la línea del horizonte
un soneto.

Corre, crea, salta, envenena,
que la suerte es azahar
en tus manos.

Despreocúpate del amor en rodajas
porque los mejores platos
los sirve tu boca.

Seduce a lo que sucede a tu lado
aun en la maldita adicción
que marcan los lazos.

Estudia los trazos del pasado
que hoy son errores
lejanos.

Supón que mañana es noviembre,
viernes sin despertador,

y que vienes y vuelves.

Aun sin voz.

miércoles, 6 de mayo de 2015

Memorias de un cuento chino

Eras un cubo de Rubick
con sus seis caras,
una por estado de ánimo:
la luciérnaga estando contenta,
la botella a la deriva en la tristeza,
la tormenta cuando el enfado,
la tortuga de la paciencia,
la música al sentirte cansada,
la cicatriz
              
                  siendo nostalgia.

Pero una vez resuelta,
una vez encajadas tus piezas,
el enigma se volvía certeza
y la incógnita eras tú
despejándote sobre mí.
El mayor espectáculo de la Tierra,
un juego infinito de luces y polvo
de estrellas,
lo que nunca te dije
aún sabiendo que te lo decía
constantemente a cada instante.

Mi octava maravilla lleva tu risa,
tus vestidos, tus orillas mojadas,
tus gestos de equilibrista.

Las otras siete murieron ya
de envidia.

lunes, 4 de mayo de 2015

Carta a Jean

Todo tiene un final.

Se ha apagado la llama de la última cerilla
que prendió la mecha de los fuegos de artificio
y malabares en malos bares
con el único propósito de escribir un verso más
sobre la barra.

Me largo de donde nunca fui soldado
porque todas las banderas me quedan grandes
y eso es algo que no pueden entender
quienes todo lo saben.
Las mentes que se piensan pensantes, 
los extraterrestres mundanos,
la falsa poesía en los labios 
de quien menos la siente;
siempre la misma cita de Borges,
siempre un "¡oh, capitán, mi capitán!"
entre los dientes.
Sus heridas no borbotearán jamás 
sangre caliente.

¿Qué hago yo aquí, entonces?
Si aún recuerdo los nervios de los recitales
en los que nunca se escuchó mi voz,
si me pesan las promesas de libertad e ideales
en las que tanto les gusta escupir su filosofía barata
y consejos de quita y ponte un ron
para aliviar tanto mal trago.

Me he sentido astronauta en las estrellas equivocadas,
me he sentado en lunas de otros planetas, 
he viajado en cometas atados a las muñecas,
he vivido en constelaciones perdidas 
donde aún es invierno siempre
y los árboles no cambian sus hojas 
por no pasar página.

Esta es la última vez. Mi reencuentro con las despedidas express.

Lo que te han dicho por ahí de que soy poeta,
no lo creas.

Ya he dicho antes que me quedan grandes
todas las banderas.

martes, 14 de abril de 2015

Caracolas

Resbalaba el eco entre las calles,
los vecinos rompían las ventanas
para asomarse a los balcones
de la avenida del oeste
y Ella se alejaba
cruzando la lluvia,
dejándome a mí la tormenta.

Subí al tejado
y desprovisto de pararrayos
levanté mi índice
enseñándole al cielo
que después de ver el mundo
desde el descosido de su falda,
ya no tenía miedo.

Solapé dos estaciones
sólo por pretender
que la nieve se derritiera
antes de tocar la tierra,
que fuera un cometa
sin cuerda,
que la locura nos tiñiera
los dedos
de acuarela.

Traspasé la barrera
y ya nunca más volví
la vista de la carretra.

Jugué con los planetas
a las cartas
sin apuestas.

No podía igualar sus estrellas.

Posé mis rodillas
sobre la arena
y la vi.
Ahí estaba Ella.

Vistiendo esas cosquillas suyas
de marea
mientras sostenía una caracola
que aún recordaba
la vieja melodía del mar
en calma.

A esa música silenciosa la llamé sonrisa.

Y me guardé un par de ellas
en el bolsillo
para cuando los accidentes
no fueran entre sus piernas
o para cuando a alguno
de mis domingos
le diera por perder la cabeza
en el laberinto de contar
de mil maneras distintas
una misma tristeza.

Desde que ya no me quedan,
dibujo su
cara
sobre las
olas.

Y se forman
                             caracolas.

viernes, 3 de abril de 2015

Inevitable accidente

Se hicieron tantos añicos
que cuando volvieron a verse
él era un retrovisor roto
y ella una luz intermitente.

Fueron un inevitable accidente.

Pero esa vez salieron ilesos, limpios de rasguños,
con la cima de sus clavículas nevada
una vez perdida ya en otra estación
la mirada.

No eran los mismos
porque no había cambiado nada.

Se dieron un tiempo
mientras robaban espacio al infierno
e hipotecaron un futuro
que sólo tenía cabida en su utopía
de andar por casa en pijama,
desayunando noches eternas para dos.
Esa enfermedad tan paliativa
que hace de perseguir lo imposible
el único método de cura
y la mejor forma posible
de perder, crónicamente, la vida.

Y claro que no funcionó.
Todo se estropeó y de la nada
aunque de las mariposas,
surgieron gusanos
que juraban devorarles las espinas 
a cambio de no volver a regar sus rosas;
poco a poco, mordiendo sin dientes, durante años.

Se vieron esclavos de las horas muertas
y reventaron todas las ventanas de la ciudad
para ventilar desde dentro sus cuerpos,

en una inútil y tardía maniobra para enseñarse
mutuamente
los adentros.


La agonía de un hombre y una mujer
ardiendo, dejando paso al humo sin señales,
vistiéndose de llama y ceniza
a tan sólo dos pasos del río
que iba a dar a la mar,
que era su latir…

Al fin, murieron como mueren las balas:

matando.



Únicamente por seguir vivos.

miércoles, 1 de abril de 2015

Quererte no es poder

Antes de nada,
las cosas claras:
quererte no es poder.

Siempre fui canica,
sin base que me estabilizase,
dando vueltas
y vueltas
y vueltas
y vueltas de campana
alrededor de mí mismo
y de la luna,
como un planeta en busca
de su media estrella.

Pero una noche parpadeaste
en el cielo
durante una milésima de segundo
y yo te vi,
con estos ojos de ciego selectivo
que nunca habían visto nada parecido
brillar así.

Rápidamente te puse nombre
para no dejar de llamarte,
me apunté tus señas
en la muñeca para no cortarme.
Ha habido tanto cristal
en esta puta habitación
vacía…

Solo te pido que no me recuerdes.
Que las decepciones pasan,
como las tormentas
y el futuro se escapa,
como tus piernas.
El amor se acaba,
como todo lo bueno;
el odio crece,
como los enanos sin cuento.

Di que te vas y que has olvidado
cómo volver,
que los semáforos se multiplican
ahora a tu paso,
que llegar hasta mí es un laberinto
lleno de faunos hambrientos.

De mi temporada en el desierto
guardo arena y púas de cactus
entre los poros,
de mi odisea en alta mar
guardo la sal que enrojece
- cada vez que llueve -
mis ojos.


Se hizo lo que se pudo
con lo que se quiso.

Y todo lo demás
es lo de menos.

jueves, 26 de marzo de 2015

Olvídame de ti

Dame una oportunidad,
un resquicio, una caricia,
un mordisco, un trago,
una calada, una aspirina,
una palmada en la espalda,
un beso en el cuello;
la dirección de tu primer gemido,
las coordenadas exactas
del último beso,
la fórmula de los logaritmos
de tus manías,
la solución para los domingos,
la hora a la que quedamos
mañana por la tarde
en la entrada de cualquier cine.

Llévate bien lejos los fantasmas,
las canciones de Raphael,
los coros de niños,
la primavera, las banderas,
los escaparates, las modas,
las noches sin luna,
la cortina de las duchas;
una maleta vieja llena de cosas
nuevas,
un saco de azúcar para tus heridas,
un loro ventrílocuo que no sepa imitar
mi voz,
un sueño que te sirva de ariete,
flores enredadas en el pelo,
brillo de estrella fugaz en los ojos.

Prometo no darte ni llevarme nada más.

sábado, 14 de marzo de 2015

De alguna manera II

Repasando la línea de mis cicatrices
comencé a preguntarme
cómo huele viento a los ojos
de un ciego,
a qué saben las palabras en la boca
del mudo,
cuál será el sonido de la mar con los oídos
ensordecidos.

Me invadió un batallón de certezas
y clavó en mi esternón su bandera:
yo era aquel esperpéntico hombre
de los sentidos magullados.

No corrí porque las piernas
me tambaleaban como si estuviera suspendido
en el epicentro de un terremoto,
funambulista con vértigo crónico
pero incapaz de dejar de amar las alturas.
No salté porque la ventaja de tocar fondo
es que las caídas se vuelven imposibles
y los horizontes se vacían de precipicios,
dejando sin sentido al Finisterre 
que tanto temían aquellos locos romanos.

Have you ever seen the rain?

Llegaste y te quedaste incluso al marcharte.
Me convertiste en mí mismo otra vez
con las mismas manos con las que me quitabas
la camisa.

No eras mi mitad
si no mucho más:
eras tú y yo contigo.
Y sin tener ni puta idea de números
sabía a ciencia cierta que eras mi cociente
sin resto.
El resultado perfecto.

Tanta matemática desordenada en cuadernos
de poesía,
tantas horas muertas en mis brazos de reloj 
de arena movediza…
Nunca antes un desastre salvó tantas vidas.


Ahora lárgate; no te vayas, vuelve.
No me beses, muerde.
Descóseme estos puntos de sutura.
Quiero volver a sangrar por ti.

domingo, 1 de marzo de 2015

Ruletas y espejos

El cielo, en un parpadeo lento,
enrojecía a la vez que se oscurecía el tiempo,
advirtiéndonos del peligro y de lo hipnótico
del fuego.
Susurraban los crujidos de las vías
antiguas profecías incumplidas
de viajes al centro de la Tierra
y cohetes con destino aMarte,
haciendo volar las hojas en círculos
dentro de los portales,
reinventando un otoño doméstico
exclusivamente para nosotros.

Contemplarte, estático,
en el centro de aquella vorágine de ruletas y espejos
es, a riesgo de parecer cobarde,
lo más valiente que hice en mi vida.

Lo fue porque lo hice completamente desnudo
de trincheras y armaduras,
con los pies atados a la superficie
de un pozo sin fondo
pero con forma:
la de tus modos
- como diría un gallego -
Con las manos pegadas al viento;
libres de peso, huérfanas de miedo,
ancianas en excesos, amateurs en aciertos.

Y como eso no era suficiente para convertirme en héroe
me fabriqué una capa con mis propias alas.
Lo importante no era ya poder volar,
sino vencer de una puta vez
a todos tus fantasmas.

Ocupamos las portadas de los periódicos
que la gente dejaba tirados en los andenes,
los informativos del mediodía siempre abrían
con nuestra foto,
la única en la que no salimos nosotros.
Pero qué importaba nuestra imagen
si nos habíamos aprendido de memoria
cada remiendo.

Aquello nos hizo ser inocentemente violentos.
Nos dábamos abrazos sin avisar,
por la espalda,
nos dejábamos huella sin pisarnos,
nos violábamos mutuamente la pesadillas
al más mínimo signo de debilidad.
Era previsible adivinar
que el Juzgado de lo Social
terminaría condenándonos,
a ambos,
por buenos tratos.

sábado, 28 de febrero de 2015

843

Quédate.
Allí donde no hagan falta las piernas para huir.
Pero espera tu oportunidad sin parar de moverte.
La que realmente lleve tu nombre sabrá dónde encontrarte.
A menos que te quedes parada.
En ese caso no llegaréis a veros las caras.

Sálvate.
Por los dos, aunque por ti.
No tengas miedo por si vuelven las oscuras golondrinas.
Sinmigo aquí no lo harán.
Esto no es una despedida.
Son todos tus principios puestos en fila.
Los que se alimentaron de metralla en aquel paredón.
Los que ellos quisieron pisotearte y acabaron por doblarles los tobillos.

Abrázate.
Esta vez hazlo por mí.
Hace un tiempo leí que cuando tienes frío de crío lo tienes para toda la vida.
No contaban contigo.
Mi jodido abrigo.
La manta y también la protagonista en peligro de la película de todos mis domingos.
La poesía que desafía a toda la literatura escrita antes de ti.

Piénsate.
De dentro a fuera.
Las etiquetas te resbalan entre las piernas.
Date cuenta.
Puedes abrir tus cicatrices de vez en cuando.
No olvides volver a cerrarlas girando dos veces la llave.
Debes tener cuidado. 
Aunque también debes dejarlo olvidado.
Sabes mejor que nadie que no hay ciencias exactas. 
Que las canciones también se equivocan.
Y que sí fue buena idea venir hasta aquí.

Márchate.
Son casi las doce de un martes 13 y se han quedado afónicos los relojes.
Que la vida sea contigo todo lo justa que mereces.
Así solamente tendré que mirar hacia arriba para verte.

viernes, 13 de febrero de 2015

Coleccionistas de amaneceres

Me gusta, de vez en cuando,
ponerme serio y gritar
que no sé quién coño te dijo
que al buen tiempo
había que ponerle mala cara 
pero que solo espero, entonces,
que la lluvia y las tormentas
te hagan reír.             
Me gusta porque es cuando me miras
con las manos,
cuando retuerces el labio
para que yo te lo muerda
y tus ojos son dos estrellas
que han sabido cómo fugarse
de todas las cárceles:
aprovechando cada pestañeo.

Me gusta, también, imaginarme 
que llegas a casa tarde     
y yo te espero en la cocina
con la cena a medio hacer
y la cama por deshacer;  
que enredo globos de helio
a tus muñecas
para mantenerte los pies en la tierra,
que te escondes y no puedo buscarte
porque me olvidé todas las brújulas
dentro de ti mientras ardías
y desde entonces ni sé orientarme
ni sé cómo apagarte.                        

Me gusta                       
tener gustos
que te gusten                            
y gustarte.
Me gustas en pinturas,
en pentagramas, en películas,
en photos, en palabras.
Me gusta saber
que contigo nunca más
se hará tarde.

Que tenerte aquí
es aprender a disfrutar
de ver los trenes pasar
sin tener la necesidad
de subirse a ninguno.
Es hacer un ramillete
de espinas en flor,
de temporada;
helarse de calor
con la calefacción apagada,
surcar las cornisas de París
sin arnés.

Y lo mejor de todo
es saber que aún no te sabes,
que puedo seguir mirándote
como miro al horizonte atardeciendo
y que tú no te das cuenta
o que no lo quieres hacer,
porque quizá cuando lo hagas
ambos sabremos
que en esta pequeña playa
no volverá a amanecer.

sábado, 7 de febrero de 2015

Locos necesarios

Se contaban con los dedos
de las manos
cada noche cinco historias
de desastre
y otras tantas de victorias.
Conectaban como sólo se enredan
una vez opuestos, 
los polos;
desprendían eternidad por los poros,
se querían atropellados de ganas y torpes,
como el primer verso.

Eran locos necesarios
como Dalí para llenar de color
el gris surrealismo en el que vivimos
constantemente
sin darnos cuenta,
como Lennon para imaginar
mundos nuevos,
como Mandela para creer
que algún día ganaremos los buenos,
como Bukowski para descubrir
las sombras que viven en los recovecos
de los huecos que dejan las luces 
que nunca, nunca, nunca
deberían apagarse por sí solas
pero que siempre, siempre, siempre
terminan haciéndolo.

Fueron Albel y Caín
encima de un ring,
aguantando en pie
sobre todas las lonas
que les querían besar
pero creyéndose
contrincantes el uno
del otro,
lanzándose golpes certeros
al mentón
cuando veían que los brazos
les flaqueaban
por inanición de besos correspondidos.

Anidaron cenizas de fénix
a los pies de la cama
para así resurgir
cuando les fallaran las alas.
Se creían invencibles, intocables,
imbéciles orgullosos.
Guardaban mutuamente sus lágrimas
en pequeños frascos de cristal
que con el paso de los meses
se convertían en perfumes
que si llegaran a comercializarse
todas las casas pasarían a ser hogares.

Pudieron romper la banca,
pero no eran esas sus ansias.
Ellos preferían esconderse
en la mesa más apartada del bar,
pasar desapercibidos en la última fila
del cine que hay en el barrio
y buscarse las cosquillas furtivas
sentados entre Nocturnidad y Alevosía.

El yin y la yan.
El invierno y la verano.
El noche y la día. 
El maldito naufragio y la bendita salvavidas.