lunes, 26 de diciembre de 2016

Let it bleed

Rezo a versos
para que toda esta tristeza
no termine en cáncer de pulmón
y reconozco que aún duermo
con las botas puestas
por si hay que salir corriendo
de nuevo.

Escucho llorar a Amy
y dentro de mí
la lluvia gira
- esta cerilla levita -

quiero asomarme al abismo
y saltar, desatar
los cabos a mordiscos,
emprender un viaje sin retorno
al centro de mí mismo;
codo a codo con el infinito,
compartiendo barricada y tinta
con Houellebecq,
convertidos en dos soldados
apátridas
al servicio de la sangre.

Recientemente he descubierto
que la luz al final del túnel
no es más que mi propia sombra:
ahora sé a quién persigo
y por qué a veces
brillo.

He aprendido a calcular
con los dedos
el peso de las palabras sobre el folio,
los que crecimos cerca del bosque
conocemos una certeza, sin matices,

sólo saca los pies del tiesto
aquel que no respeta sus raíces.


Yo me limito a escribir lo que vivo
y, por ese motivo,
          nunca
me podré considerar poeta o escritor,
de la misma manera
que cuando desatasco la ducha
o repaso las paredes de mi habitación
no me creo fontanero
ni alardeo de ser buen pintor.


Sencillamente
donde hay vida hay poesía
y donde no,
también.

martes, 15 de noviembre de 2016

Cronofobia

Tengo un recuerdo agarrado a la anilla de una granada.

Hay mañanas que despierto
y me creo capaz
de deportar fantasmas
a sus respectivas pesadillas
pero antes del mediodía
soy yo el que se larga a por tabaco

           por si vuelven
 y me encuentran, yo que sé,
       preparando la comida.

Y es que todo lo que el viento se llevó
lo ha traído de vuelta el invierno,
noto cómo arde el embrague
pero no pienso pisar el freno,

porque el amor es saltarse
los semáforos en rojo
por mirarte de reojo
al conducir,
es estrellarse a 200 sin casco,
salir ileso
y sonreir.

En noches de luna llena
me he descubierto tras la ventana
aullándole versos de Neruda
a las mareas;

me he sorprendido siendo
un titán que tirita
eclipses de mar,
los dedos
de un titiritero
reducidos a tiritas
por intentar escribir poesía
con el rastro de tinta
que dejan sus heridas,

un falso Ícaro en llamas
que mutilaría sus alas
para mantener los pies
en la tierra,
un jardinero tan fiel a la primavera
que sacrificaría todas sus flores
con tal de conservar intactas
sus raíces.


Hoy me haré el dormido
abrazando por la espalda
a una certeza:

el presente ahoga
cuando vives esperando
un futuro que no llega.
 

viernes, 7 de octubre de 2016

Lo que arrasó la ciudad sin playa

Fue un tsunami
lo que arrasó la ciudad sin playa.

Guardé rencor
durante tanto tiempo
que el odio se me pudrió
dentro
y se abrieron para mí
las piernas del subcielo.

Fui rebelde con todas sus
consecuencias
sin importar la causa;
una barca encallada
en la recámara,
una bala a la deriva,
sin rumbo
y sin trayectoria,

        perdido

como la mirada
o la memoria.

Déjame confiar en la tormenta,

he visto a niños esperar la lluvia
para improvisar piscinas
en los cráteres
que dejan sobre el suelo
las bombas en Alepo;
zambullirse,
vencer la guerra
a carcajadas,
definir la poesía
al salpicarse.

Sigo roto pero ahora reconozco
todos los trozos
y ya no es diciembre
pero aún dueles,
este jardín sin flores
no se parece a tu vestido,
el mismo fuego
que me quema
es con el que juego
a diario.

Seguiré agarrado a la espiral
del huracán
porque me debo a la curvatura
de un boomerang:

tardaste tres palabras
en volver,
el tiempo exacto
que se tarda en pronunciar
un

No te vayas.

martes, 27 de septiembre de 2016

Nautilus

Las estanterías vacías,
las persianas bajadas,
sábanas nuevas
y hachís sobre la cama.

Eso es lo que nos queda
(y me da por pensar
que vivir de mudanza emocional
no está tan mal).

Es como una prisión
en el campo,
un manicomio a pie de playa
en Jamaica.

Escribo sobre los recibos
porque es lo más cerca
que estaré de ponerle precio
a mis poemas;
no serás feliz a mi lado
pero olvidarás el frío,

¿aceptas mi oferta?

Te guardo ríos de hogueras
en las venas,
puedo hacer tus miedos arder
frotando unas contra otras
las piedras
con las que tropecé.

No me caben más defectos
en el cuerpo,
soy el olor de la avenida de mi pueblo
en invierno,
hace ya tres calendarios
que compongo versos agarrotados
al ritmo del metrónomo
que escondes tras tu pecho.

Bebo los vientos por ti
pero aún me queda sed
para brindar
por el futuro

con estas copas
rotas
de tanto celebrar derrotas.

Sé de un lugar lejos del mar
donde se escuchan las sirenas
que no saben nadar;

donde me caigo, me golpeo,
donde me vuelvo a levantar

y no me preguntes por qué
pero sé que mi equilibrio
únicamente se sostiene sobre tu alambre.

Sólo trato de decirte que eres mi luz
y que todo lo demás
sombra

jueves, 1 de septiembre de 2016

Discontinuará

La noche en la que el diablo
me vendió su alma
yo dibujaba con el humo
maniobras de escapismo,
convenciéndome
de que nada emborracha más
que una botella
a solas.

He trazado con escuadra
y cartabón mis propias heridas,
he tardado 80 días
en dar la vuelta a una misma
despedida;
semanas que fueron meses
de manos vacías de tinta,
estático.

Ahora vuelo con las alas plegadas
y al menos
caigo.

Vivo asomándome a la grieta
mientras la luna gira
y el mundo aprieta,

desde aquí arriba
las personas parecen hormigas
y las hormigas
no se ven.

He hecho recuento
de los bares que ya no
nos mirarán de reojo,
de los baños
que aún piden concierto
mientras la banda toca.

Como una droga recetada,
como una medicina prohibida.
Todo se acaba.

All you need is love
grabado en la culata
de la pistola de Chapman.

Bang.

miércoles, 1 de junio de 2016

Saltar por los aires

Conquistamos el mundo entero en una noche
sin ir un paso Más Allá
de Madrid.

Tienes que saber
que si alguna vez brillé escribiendo
fue sólo para que me miraras.

Que he perdido ya tres vidas
contigo
sin saber maullar,
que las consecuencias de olvidar
dejan huella en la memoria.

No pude ofrecerte
buenas vistas
pero una vez fui orilla
y tú horizonte.
Entre nosotros, las olas.

             Y todavía.

Me verás quitarme
la venda de los ojos
para hacerle un torniquete
a mis poemas,
sudando tinta
entre otros tantos,

siendo de los pocos
que no usan la metáfora
como excusa
si no como confesión.

Lo que más me gustaba
de ti
eran tus labios
cuando mordían los míos,
cuando de tanto gritar
se agrietaban,
entrecortándote la voz;

todo se acaba - incluso los besos -
nada es para siempre,
ni siquiera la revolución.

Sé que el sendero está minado
pero, créeme,
prefiero saltar por los aires
que volver tras mis pasos.

Y no puedes juzgarme:
es lo más cerca que estaré jamás de volar.

domingo, 10 de abril de 2016

Para las bombillas fundidas no hay sitio en Las Vegas

Ni rastro del cartero
de las 12,
el buzón desierto,
all in de manchas
sobre mis páginas;
el corazón en un puño,
la palma en llamas,
tabaco entre los dedos.

Bautismo, excomunión y funeral
en un minucioso bucle.

La autoestima se largó.
Me denunció por homicidio
en grado de tentativa,
por omisión de socorro.

Dejó en mi regazo
un cenicero vacío, ron suficiente
para hundir una galera
desde la bodega
y un cuerpo hecho estigmas
que bordaba mi firma.

Yo, tan gilipollas como siempre,
- tan inconsciente -
sonreía
a lágrima viva
mientras moría
cada día
un poco más
y dormía
cada noche
un sueño menos.

Nada cambia
aunque el tiempo sin duda pasa,

nos haremos viejos
cultivando supernovas.

Sé lo jodido que es seguir
el recorrido correcto
con una brújula enquistada
a los adentros.

Pero después de escoger
el sendero sobre el alambre,
tras sumergirme, chapotear
y ahogarme
he olvidado el mal de altura,
me ha arrastrado un mar de dudas.
He tirado abajo las puertas del cielo
y luego he llamado al timbre.

Las serpentinas colgaban
de las esquinas de réplicas
del Guernica,
la bola de discoteca aún parpadeaba,
había copas medio vacías,
colillas en el suelo
sobre las que el confeti
estaba terminando de nevar;

se repetía el estribillo de Help!
cada vez a menos volumen,
pasando de susurro a último suspiro,
de canción pegadiza
a llamada de emergencia.

Siempre llego tarde
a donde no me espera
nadie.

jueves, 24 de marzo de 2016

El brillo de la selva

La conocí
con la sonrisa descosida
por el uso, despeinando
el viento con las manos
al hablar,
haciendo de mi pasado
una fiesta de despedida
y del presente
un regalo inesperado.

De sus pestañas
goteaban los sueños
que le regaban cada mañana
las ojeras;

sostenía un cartel de NO PASAR
frente al pecho, traía un cuchillo
de untar mantequilla
entre los dientes
y escondía bandadas de pájaros
en la cabeza
para no separar nunca los pies
del suelo,
aun a merced de despegues furtivos
y aterrizajes forzosos.

Era una flor herida por la llegada del invierno.

Vacié más de mil playas
con la intención de hacer rebosar
los relojes
de arena
hasta que la marea decidió subir,
escalar,
para cubrir de mar
todo el tiempo que perdimos
por no encontrarle sentido
a tan efímera eternidad.

Para entonces, las gaviotas
ya habían echado al traste
mi rastro
de migas de pan,
arrebatándome el rumbo,
robándome el norte
y el ritmo.

Aquello me convirtió en forajido,
ateo convencido,
el último peregrino
de los caminos prohibidos,
un descuidado y vulgar bandido.

El escenario era una guerra
de guerrillas.
Me llevaba todos los palos
y me creía, después, culpable
de las astillas;
vendía en el mercado
marionetas de madera
- sin hilos, aunque cuerdas todas ellas -
en las que grababa
a navaja
mi lista de pesadillas
por orden alfabético.

Nunca nadie se llevó a su casa ninguna,
ignorando que el brillo verde de la selva
nació tras la primera tormenta.

Arruinado, dejé mi puesto ambulante y una nota:

Hubiese muerto por ti.

Pero es que a mí
cualquier cosa
me mata.

domingo, 13 de marzo de 2016

No es Madrid

                                                                Saber que al final siempre llega el aeropuerto.

Pero la terminal
en la que das el último abrazo
jamás se olvida.

Un adiós a tiempo
sigue siendo una derrota,
no nos engañemos.

No existe el empate
en la ruptura
ni hay mayor enfermo
que quienes optaron por destruir
su única cura.

Me hiere lo que me resucita,
por eso me escudo detrás
del arma homicida.

Se me acabaron las palabras
para hablar de tus labios
y sé que si no es de tu mano

no es Madrid.

Un día fuiste excepción, condena,
amuleto y epitafio,
el título de mi plan A
era - tan sólo - el preludio de tu nombre.

Mi teoría de cuerdas consistía
en imaginarte a ti
        desnuda
bailando sobre un violín,
desafiando la física.

Me salpicaste de sed.
 
Pero de entre todas las estrellas del firmamento
tuviste que ser la fugaz.

Ahora no puede ser lo mismo
porque nosotros no lo somos
y la distancia se ha resquebrajado,
se ha hecho abismo;

desde que no estás
nadie se preocupa ya
por todos los rotos
que esconden mis remiendos.

Sabíamos que no podíamos dejar pasar nuestro tren
así que nos pusimos delante y nos dejamos atropellar por él.

Ser cataclismo.
Aquello se nos daba demasiado bien.

jueves, 3 de marzo de 2016

El próximo tango

Le entregué un corazón gripado
y un puñado de versos usados
y ella me devolvió arreglado
el motor,
los engranajes
engrasados con carmín
y un pestañeo que vale más
de mil poemas.

Guardo su abrazo como fianza
con la esperanza
de que me rompa todos los muebles.
Sueño con un salón para dos inquilinos
sin nombre ni apellidos,
vacíos de etiquetas, incalculables
en las apuestas,

encendiendo la luz
de esta habitación sin ventanas
pero con vistas al mar
y a la montaña,
viendo nevar sobre las cumbres
mientras guío barcos varados
hacia la playa.

Sólo ella se ha dado cuenta
de las garras recogidas del león,
de su apatía;
de una batalla perdida
contra los barrotes, los látigos
y las despedidas,
de haberse convertido
en el último juguete roto
de un cochambroso circo
de provincias.

Contrabando de miradas,
daños colaterales;
doblando nuestras rodillas
para sacarnos del fango,
reconociéndonos entre los quejidos
de un fado,
tropezando en el próximo tango.

Pero siempre con la música de nuestro lado.

Tan irónico como cierto
que cuando el viento sopla las velas
unas se apagan
y las otras nos sirven de impulso
hacia tierras nuevas...

domingo, 21 de febrero de 2016

Aunque sonriendo

Imagino un piano sobre el hielo.
Las notas nevando un invierno.
Y el sol pegado al cielo.
Polos opuestos.

Todo flota ahora, sin dejar de doler.
Porque desde lejos todo se ve de otra manera,
o quizá es que se deja de ver.

La distancia como remedio
a vivir en países diferentes,
asteroides en órbitas distintas
que más de una noche impactaron
contra el mismo lugar de la Tierra,
a la vez.

Y del cráter nació lava
y todo se volvió volcán,
            llamas.

A pesar del frío.

Fuimos un arcoíris térmico
en el que tú ponías los colores
y yo levantaba un puente
para después dinamitarlo
juntos.

Éramos un talento incomprendido,
sin pulir, pero con arañazos.

Decidimos que lo mejor era desaprovecharlo;
ser de nuevo vulgares
por separado.

Aunque sonriendo.

martes, 2 de febrero de 2016

El vértigo del astronauta lunático

Tenía el mundo a sus pies
y una constelación en la espalda
mientras que yo me conformaba con despertarla
poniendo una de Los Piratas.

Me advertía que sabía
que llevaba el Cantábrico
encerrado en la mirada,
que ella podría controlar mis mareas
y que se había dado cuenta
de que vestía un nudo en la garganta
más como soga
que como bufanda.

Que no engañaba a nadie,
que quién me había enseñado a mentir
así de mal,
que las caretas
cuando se les ve la goma
nunca funcionan.

Clamaba libertad
con los dedos llenos de candados
y las llaves sobre la lengua,
a un trago de ser celda;
me buscaba las alas
como si alguna vez en el infierno
me hubiesen hecho falta:

de allí sólo se sale
cayendo
o
cavando.

Su sombra era para el sol
bordear lo imposible con los rayos,
la cuadratura del círculo,
el algoritmo prohibido,

nunca antes estuve tan cerca
de perder la inocencia del todo,
de descubrir
que incluso la magia
podía llegar a convertirse en rutina.

                       Y me asusté.
 
Preferí mantener el equilibrio sobre los márgenes,
ser una nota más a pie de página,
seguir doblando las esquinas de mis libros
de poemas
para tenerla al lado en palabras de otros poetas
que no la conocieron
pero ya le escribían.

Más presumida que una ciudad, más orgullosa que un país,
más mestiza que un contiente. 
                                                   Menos planeta que luna.

Qué iba a hacer el puto crío que soñó ser astronauta
temiendo las alturas…

sábado, 16 de enero de 2016

Norte y sur

Íntimos desconocidos
desafiando lo previsto,
norte y sur reventando brújulas, 
permutando hemisferios;
la estrella polar vista desde el desierto.

Descoordinado, él intenta acompasar sus movimientos
dentro del peor bar de la ciudad
aunque en la mejor compañía.
Se bebe la vergüenza de un trago en sus pupilas,
ahuyenta los miedos que le trajeron hasta aquí.

Volcánica, ella se deshace entre luces
a la vez que disparan artificio sus caderas,
una supernova entre la tormenta
que se ríe al verle bailar.

Él sueña con playas cubiertas de nieve
sobre las que dejar marcadas sus huellas,
fantasea con sirenas y ambulancias.
Una vida de música en directo, tortilla los domingos,
Amsterdam, cerveza, literatura.

Pero ella vuela por no llorar, es etérea.
Será para todos, a su bendita manera
de acariciar las olas
para que el viento no duela.
Aprenderá a saltar las barreras
que ahora son jaula, enrredadera.
Saldrá en las noticias y del planeta,
pondrá en órbita satélites y cometas.
Cuidará de él sin darse cuenta.

La magia les sorprenderá haciendo la cena,
deshaciendo la cama o mudándose de estrella.
Se convertirán en lo que eran antes de empezar
a tropezar, vacíos de rasguños, con las rodillas intactas
y el corazón en su sitio;
la sal, las heridas, el limón, el tequila. Aún escuecen.

No importa si de pronto llega la noche
y les pilla con la sonrisa en otra boca:
la luna sabe perdonar, el cielo conoce el secreto.

 Se querrán.

Ahora, luego o nunca.                      Aunque siempre.
Ese es el plan.

miércoles, 13 de enero de 2016

Y las banderas siguen siendo blancas


Se amontonan los recuerdos
cuando vuelvo a las calles
que nos vieron tomarnos el pelo
y el ron
de los últimos tres bares
a los que hicimos mar.

Me visitan tus demonios:
un vis a vis sin mampara,
un cara a cara en el que siempre sale cruz.
Dime qué hago si de tanto perder
he perdido ya
hasta las ganas de jugar.

Callar es gritar por dentro.
Que no puedas oírlo
no significa que no esté latiendo
a bandazos,
que me haya olvidado de las palabras
no quiere decir que no te esté hablando


a través de todo este silencio.


Ahora que soy uno más
sólo me sale restar
y hacerme cero.
A la izquierda. De tu pecho.

Tú que me culpas de las huidas
me conociste escapando
de otra herida,
te negabas a creerme
cuando te recordaba
que serías la siguiente
en olvidarme.

No sé de qué te extrañas,
no sé por qué te sorprendes
de mi miedo a que el olvido
se encargue de nosotros.

Desconfías que sea el viento
quien está moviendo las hojas
simplemente porque no suena,
porque no se ve...
Tú, que creíste en mí
incluso antes de quererme.

Si quieres hacemos como que no ha pasado nada;
ni siquiera nosotros, por supuesto ningún tren,
ni rastro de noches en vela.

                     - Podemos engañarnos lo que dura un verano
                     pero el otoño siempre vuelve.

Si dejas a un lado tanto ruido
lo sabrás:
todavía se escuchan megáfonos
en las plazas
de nuestra propia revolución.


Y las banderas siguen siendo blancas.