jueves, 27 de marzo de 2014

Derrotas oportunas

Puedes olerlo, puedes tocarlo;
puedes, incluso, reconocer
su sabor entre el cemento.
Ahí yace nuestro cuerpo,
ahí se produjo
la última réplica
de un terremoto
que nos hizo tambalearnos
durante años,
arrancándonos las alas
para así asegurarse
de que no dejásemos
de temblar.
Nunca.

Lo nuestro era el alambre,
hasta que nos ahorcamos con él.
Lo nuestro era la duda,
hasta que no supimos qué hacer.

No esperes más a este tren
      descarrilado,
tienes una larga fila de taxis libres
justo ahí, a tu lado.
En la calle de enfrente
una línea directa de autobuses
con destino a la playa
está esperando a que saques tu billete
y me llegan noticias de un par
de aviones kamikazes
dispuestos a inmolarse
- no sé si por ti -
una vez sobrevuelen lo ya volado.

Piensa en todo lo que no pudimos hacer
en nuestro futuro
y traza un plan
para volver donde nunca antes se estuvo.

Una vez allí, en la cámara de los secretos
no guardados,
encontrarás miles de puertas con candados
y una cesta con el mismo número exacto
de llaves.
Tras una de esas puertas nos encontramos
una vez,
un segundo después de besarnos
y mucho antes del portazo.

Con todo esto tan sólo pretendía
que no olvidases que las llaves,
- eso a lo que tu llamas dedos -
nacen en tus manos
y los candados no son más que piel:
se trata de encontrar un nuevo poro que erizar.

Las derrotas están para aceptarlas
y las oportunidades para aprovecharlas,
así es que

aceptemos esta oportunidad aprovechándonos de nuestra derrota
para correr de tal manera que no podamos regresar jamás.

martes, 18 de marzo de 2014

El invierno siempre vuelve (?)

Parece como si nunca
se fuese del todo,
haciéndome morder
la nada
sin apretar apenas
los dientes.

Cuando el vacío me rebasó
por primera vez
yo creía estar sintiendo
a la primavera
jugar con las mariposas
de mi estómago,
no siendo en realidad más
que un patético baile de larvas
rodeadas por torbellinos
de hojas procedentes de decenas
de margaritas calvas.

La segunda vez,
sentí en mi pecho
el disparo certero
de un francotirador lejano
y confundí
mi ejército abatido
con héroes vencedores
de la mayor revolución
conocida en la Edad Contemporánea.

Al llegar la siguiente
yo me veía perfectamente preparado
y sobrado de experiencia,
con esa gallardía innata que sólo te otorga
la ausencia total de esta última.
Pasaron los años
y los veranos de Cuadernos Rubio
para aprender a dividir entre 2
las soledades
sin olvidarme nunca del "resto".

Tras tres tristes pasos en falso
vinieron tus versos en la mejilla,
las estrellas diurnas
y un catálogo infinito
de abrazos siempre en oferta.

Ni rastro del vacío,
apenas hace frío.

Todos mis libros
de poesía
están repletos de esquinas
de páginas dobladas:
atajos secretos hacia viejas
y nuevas batallas,
sonidos sobre el viento
de casquillos de bala
que un día buscaron mi muerte
y rebotaron contra mi Vida,

que solías ser

y eres

tú.