Vengo para hablarte
de cómo brillaría el cielo
esta noche
si la cama estuviese hecha
con cerillas.
Me voy para no hablarte
de cómo el mundo
se pone de cuclillas
cuando doblas tus rodillas.
Vengo y me voy,
continuamente.
Y a veces creo
que es lo mismo.
No te pido
que no te quejes,
sólo que te quedes
y que al poder ser,
sea contigo.
Deja de creer
en infinitos (com)partidos,
olvida el camino
que te llevará al final
y recuerda por dónde
has venido.
Ponme contra las cuerdas
que yo seguiré pegado
a tu locura,
no lo llames enfermedad
si no vas a ser, también,
la cura.
Desata tus cordones
y salta sobre el charco
del columpio,
hace poco que ha llovido.
Luego quítate el barro
de las suelas
con los dedos
y piensa que sostienes
el olvido;
no dejes que se seque,
de esa manera
nunca sabrás si te quise
o te he querido.
Toma mis manos,
es todo lo que tengo.
En ellas encontrarás
un catálogo desordenado
de verbos en forma imperfecta,
sustantivos impropios
y conjunciones
que han confundido su función
y separan mis versos
de tus besos.
De tanto comer poesía
me he quedado en los huesos.