Pasó que no supiste
diferenciar vestigios
de escombros
y la mar,
herida en lo más profundo
del orgullo,
hizo de nosotros
su orilla.
No se te ocurra ahora
confundirnos con gravilla,
hazme el favor.
¿Cómo pretendían
que me centrara
en mis metas
cuando siempre
había visto en ti
mi única salida?
Parecía desafiar
con una mueca
a quienes buscaban
que confesase
mis delitos de sangre
y saliva
mientras que yo lo único
que quería era decirte
que me sobran los Westerns
desde que no hago el indio,
porque hace poco aprendí
que los vaqueros
no eran los héroes
que nos hicieron creer
si no los malditos bandidos.
Y yo con estas pintas
de foragido.
Dormir sobre ti
es lo más arriesgado
que hice
para parecer un faquir
en las noches
de ojos como platos
y abrazos con los lazos
aún por abrir,
porque algunos son regalo
sin necesidad de cumpleaños.
Y poner la mano
justo a un palmo
de mi boca
para que el humo
se escurriera entre mis dedos
a la vez que expulsaba
una calada,
es lo más cerca
que he estado nunca
de tocar las nubes
y el reflejo en los charcos
de la luna,
lo más próximo
que pude estar a verla
desnuda.
Es decir,
a falta de otro consuelo
me conformo con el suelo
simplemente porque el cielo
queda demasiado lejos.
Dime que en todo eso
no encuentras tristeza alguna
y yo mismo
- aunque con malas maneras -
sin duda
aceptaré mi puta locura.