sábado, 31 de agosto de 2013

En la planta baja

Hemos cogido vuelos
en aeropuertos desconocidos,
preguntamos por mil maneras
de no alcanzar juntos el olvido,
nos regalamos abrazos
como cura a nuestros accidentes.

No sé en qué momento
nuestros apellidos quisieron
tatuarse entre sí
para crear un nuevo continente.
Pero pasó.

Nunca necesité nada
tanto como sus manos.
Ellas me leían en braile
y hacían desaparecer
las contracturas de mis miedos.

Fui creado para quererte,
o eso cantaban los Kiss
cuando me mordían las pesadillas.
Hubiese roto
todas las olas del mar
durante un invierno entero
por volver a pasar un verano
colgado de sus cosquillas.

Tuve todo lo que un hombre sueña:
su sujetador en la alfombra,
su sudor goteando
contra mi pecho,
la magia de unos ojos
amaneciendo en la almohada.
Ella en cambio, me sufrió a mí.

Que yo no soy el poeta
que una musa querría
en su cama
no hace falta que lo diga.
Que su pelo siempre fue
un incendio entre mis dedos
nunca lo he negado.
Hay cosas demasiado bonitas
en esta historia.

El cielo me enseña
el camino a la luna
que me marcan las estrellas;
y yo esta noche
no quiero hablar de lunas,
me recuerdan
demasiado a ella.

Mi cerebro
perdiendo neuronas,
mi corazón
suturando heridas.
Poesías oscuras
que recito de memoria;
un par de ellas las escribí yo,
las demás, sus despedidas.

No quiero un ático de lujo
en Los Ángeles.
Me conformo
con vivir en el peligro
de una planta baja,

siempre que sea la de sus pies.

miércoles, 28 de agosto de 2013

(Re)vuelo anterior a la (re)caída

Ordenemos palabras,
celebremos aciertos.
Ya estoy harto de borrones
y errores.

Necesito sentirme libre.
Volver a caer,
revolcarme por el suelo
y lamerme las heridas.
Despegar,
disfrutar del vuelo
y hacer un aterrizaje forzoso
en una isla desierta
a la que llevarme tres cosas:
un marco sin foto,
un cuaderno en blanco
y una canción aún por componer.
Lo que quiero decir
con esto
es que pretendo olvidar
que 'volar'
tan sólo es 'caer'
conjugado en pasado.

Nos empeñamos
en buscar vendas
para nuestras heridas
y no hacemos más
que elegir nuevos bisturís.
Sí,
somos un cúmulo
de contradicciones.
Una serie circular
de caminos paralelos
que sueñan
durante toda una vida
con un vértice común.

En él, mi memoria
se desordena recordando
el fotograma 
de cuando la marea
subió y descubrió
nuestros cuerpos dormidos
amaneciendo
debajo de la primera ola del día,
al mismo tiempo
que piensa en el 'zig zag'
de dos lenguas borrachas
de tanta saliva,
torpes como un pez
rebotando en la borda
de un barco noruego
perdido entre fiordos.

Y en ese mismo instante
me doy cuenta
de que las estrellas
son el brillo de aquellos momentos
que se soltaron de nuestras muñecas
como globos de helio
en una feria cualquiera,
convenciéndome de que algún día
el cielo será nuestro
y podremos ver nuestro fracaso
desde arriba.

¿Sabéis?
El sol hace días
que no se pone como debería.
Siempre dije que faltaba droga en esta ciudad.

miércoles, 21 de agosto de 2013

Todo lo que se ha ido

Escribo esto
como compensación
por todo
lo que un día no dije
(o no me atreví a decir)

Diré
que las tormentas
sólo son de verano
si llueve entre sus piernas,
que he perdido la cuenta
de las escaleras
que hay entre su abismo
y el mío.

Que Atenea
no era diosa de nada
y Afrodita se puso celosa,
que su voz
hizo soñar a Vigilio
y llenó Babilonia
de rosas.
Que fue un suspiro suyo
lo que desató
la guerra de Troya
y aún hoy puede verse
a Aquiles
con las rodillas clavadas
en la orilla,
acariciando la huella
que dejó su pequeño talón
en la arena.

Siempre tuvo pánico
al viento,
pero nos dejamos llevar;
ya sabréis que
quien sepa volar,
disfrutará incluso
de las turbulencias.
Y hace meses
que oigo el girar
de los tornados
ahí afuera.

Hubo quien
comparó mi actitud
con la de un gato,
por eso de la rebeldía
y la ausencia de horarios.
Lo que nadie hizo
fue pararse a pensar
que los gatos callejeros
son expertos
en acumular arañazos
y limitarse a lamerlos.
Autocura pura y dura.

No me sirve de nada
desgarrar mis nudillos
contra los muros,
ni escribir mis heridas.
No me sirve de nada
tenerla en mi cabeza
como un dolor suicida.

Pero,
no creo
que haya nada malo
en perder la fuerza
si es por su boca,
ni tampoco creo
que sea un error
mirar al cielo
y aullarle a ella
en vez de a la luna.

Sólo pido poder
demostrarle una vez más
por qué esa espalda
tiene más poemas
a deber
que cualquier otra piel
y decirle al oído
que temo a todo
lo que se ha ido.

domingo, 18 de agosto de 2013

Estrella peregrina

Queriendo buscar tu guarida
encontré una salida
sin camino de vuelta.
Las calles estaban cortadas,
como con cúter,
formando aristas imposibles
que confundían
paz y guerra,
amor y odio,
tranquilizantes y anfetas.

Mirarte
es estar sentado
en el Paraíso,
rodeado de cascadas
de alcohol destilado
derramándose
a cámara lenta
por barrancos de escarcha.
Como pincharme
con la aguja
de un pajar infinito
justo en la frontera
entre tu pecho y mi pecho.

Creo oír follar
entre sí
a Oniria e Insomnia
cuando grito tu nombre y graniza distancia;
lo que me hace creer
en la magia
si ésta sale del punto
en el que confluyen tus piernas,
que son
como dos ríos
que van a dar a la mar,
que es tu latir.
Precipitado, entrecortado.

Siempre será
más fácil caer
desde el punto más alto
si el vértigo empuja
a seguir descendiendo
(desde tus hombros
a tus caderas)

Y qué decir
ahora que sabe más
el 'vino' tinto
de ti,
que el 'se fue' añejo
de mí.
A fin de cuentas,
me saliste a deber.

Tengo a Dylan
a mi lado
enseñándome
la cima del mundo.
Y no hay nieve.
Ni siquiera luna.

Ni las lágrimas
quieren vivir
en una certeza tan oscura.

Y es que lo sucio
de esta oscuridad
es su nitidez obsesiva,
que nos muestra
una luz reflexiva
en la nuca
de una estrella,
peregrina de tus caminos
sin salida.