martes, 7 de enero de 2014

El mayor precipicio

Ha llegado esa época
del año
en la que hasta los bancos
del parque
pierden las hojas,
las tardes de nubes rojas.
La de los besos
con escarcha en los labios
y rutina suicida
en cada uno de los calendarios.

Es ahora cuando pienso
en la nieve de las películas
mientras busco la manera
de acelerar en ti mis partículas,
de morderte la clavícula
y quedarme sin amor
en la vesícula.

Robe diría que soy un golfo;
pero cómo explicar que,
cada vez que me tocas,
la piel se me llena
de alborotos,
poniendo a prueba las alarmas
de mis incendios
y el secreto de mis escasos
misterios.

No dudo volver desde el futuro
y reconocer entre todas las faldas
tu culo,
sé que llegará el día
en que despedirme
será saludar en persona
a todo aquello de lo que me reía
teniendo más de un motivo
para llorar.

Ha sido un placer
olvidarme hasta desaparecer,
a tu lado,
convencido de haberte conocido
ya caducado;
sin excusa
para destrozarnos el nido,
todo fue por soñar
que me había dormido.

No conozco mayor precipicio
que no encontrar el fin
porque nunca hubo un principio.

lunes, 6 de enero de 2014

Tempestad espacioclónica

Decía Bob Dylan
que la respuesta
está en viento.
Y yo le creí.

Busqué encontrar
en la brisa del mar
la marca que se formaba
en tu espalda
cuando apretaba sobre ella
mi barbilla,
pregunté a los silbidos
de un bosque encantado
por la dirección
del poema que escribo.

Me tumbé en el centro
de la espiral de un huracán
con la intención
de ver el futuro
entre los escombros
de mi pasado.

El temporal trajo
rayos y truenos
que cegaban y ensordecían
las respuestas en forma
de tormenta.

Y os diré lo que pasó.

La brisa me dijo
que la marca
ya no estaba
en tu espalda,
sino en mi memoria.

El bosque silbó
en alguna lengua muerta
y jamás encontré
este poema.

El huracán
resulté ser yo mismo
rodeado de humo,
y la tormenta
tan sólo eran miedos enfrentados
formando bolas de fuego
(no rayos)
y provocando gritos internos
(no truenos).

jueves, 2 de enero de 2014

Soneto indefenso

Llegados a este punto sin sutura
no voy a mencionar mi herida abierta;
de eso habla mejor mi armadura,
que en el arte de las grietas es experta.

Diría que mi paz me pide guerra
pero aquí la pólvora está aún mojada,
quizá tenga que admitir lo que me aterra
despertar y que no estés en mi almohada.

Buscando ahí fuera algún destello,
me convierto en vagabundo sin fronteras
mientras sigo el rastro a ciegas de tu cuello.

Me despido entre baladas y ojeras,
prometo que es la última vez que me estrello
contra el mismo bar y las mismas camareras.