Eras ese juego de espejos
en el que cerca
se disfrazaba de lejos
y lo inalcanzable estaba
- sin nosotros saberlo -
justo allí: entre mi boca
y tu pecho.
No se puede atar
a nadie
teniendo alergia a la cuerdas
igual que no se puede
seguir volando
con las alas cortadas.
La distancia, el frío,
la soledad de urgencia, las ganas perdidas,
las putas derrotas;
la sal, la saliva cautiva, las madrugadas,
los abrazos de andén,
los conciertos para los que nunca
sacamos entrada.
Jugábamos a perdernos de vista:
yo me hacía el ciego
mientras tú te ponías la venda.
Digamos que perdí la paz
con tu adiós,
pero gané la guerra.
Ahora puedes saberlo.
El secreto era
que en el centro de mi tierra
hay mar.
Como en los cactus.
Perder el tiempo contigo
era ganar,
ser eternos.
Fue tan macabro
- tan bonito -
observar el incendio desde dentro...