lunes, 26 de diciembre de 2016

Let it bleed

Rezo a versos
para que toda esta tristeza
no termine en cáncer de pulmón
y reconozco que aún duermo
con las botas puestas
por si hay que salir corriendo
de nuevo.

Escucho llorar a Amy
y dentro de mí
la lluvia gira
- esta cerilla levita -

quiero asomarme al abismo
y saltar, desatar
los cabos a mordiscos,
emprender un viaje sin retorno
al centro de mí mismo;
codo a codo con el infinito,
compartiendo barricada y tinta
con Houellebecq,
convertidos en dos soldados
apátridas
al servicio de la sangre.

Recientemente he descubierto
que la luz al final del túnel
no es más que mi propia sombra:
ahora sé a quién persigo
y por qué a veces
brillo.

He aprendido a calcular
con los dedos
el peso de las palabras sobre el folio,
los que crecimos cerca del bosque
conocemos una certeza, sin matices,

sólo saca los pies del tiesto
aquel que no respeta sus raíces.


Yo me limito a escribir lo que vivo
y, por ese motivo,
          nunca
me podré considerar poeta o escritor,
de la misma manera
que cuando desatasco la ducha
o repaso las paredes de mi habitación
no me creo fontanero
ni alardeo de ser buen pintor.


Sencillamente
donde hay vida hay poesía
y donde no,
también.

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