martes, 10 de enero de 2017

El perdedor innato

Los golpes que consiguieron
atravesar mi armadura
me dejaron el alma dura
pero frágil al roce,
como un diamante en bruto
que nadie se atreve a pulir.

Estoy seguro de que cambiar de pareja
es cambiar la forma y el color
de las rejas:
nadie que esté realmente vivo
puede escapar
del amor.

(Tú me resucitas de las resacas,
resumes el por qué de mi resistencia
mientras me rescatas del incendio.
Inmediatamente después,
te marchas.
Eres a un mismo tiempo
destino y camino,
la cinta de la meta
pero también la maratón.)

Sé que tengo que aprender
otra vez a ver llover,
volver a vivir con valor a volar,
dejar mi firma de nuevo en el cielo
con un halo de escarcha y hielo,
con la estela que dejan las estrellas
al fugarse.

Pero tengo la papelera a rebosar
y mi antología vacía, sin páginas.
Soy más del error que del ensayo,
la autodestrucción es mi motor
y mis lágrimas, gasolina.


Siempre seré el peso que se posa
bajo el suelo que piso,
un perdedor innato
aspirando continuamente
al campeonato.

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